Quienes apuestan por
rearbitrar los partidos, no deberían olvidar esa máxima futbolera de "lo que pasa en el campo se queda en el
campo". Otra cosa es denunciar irregularidades para que no se repitan. Por
ejemplo, cuando a un equipo le birlan jugadas de gol, o goles, ha de levantar
la voz por si alguien se cree que el perjudicado es de los que agachan la
cabeza o se chupan el dedo.
Hablamos de equipos
corrientes y molientes. Excluimos a los dos trasatlánticos. Si aquellos protestan
repetidas veces, los demás tienen la santa obligación de denunciar los
quebrantos. Aunque algunos teman que la acusación acabe pasándoles factura. En
esa circunstancia, más que protestar, habría que cantar las cuarenta en bastos
donde fuera menester. Y si fuera necesario promover un decreto "anti
Porta", se promueve.
Ni se trata de
iniciar una cruzada ni de decir que el Valencia sería líder si no le hubieran
invalidado la jugada de Soldado en el
Bernabéu o el remate de Víctor en el Camp Nou. Los partidos duran
noventa minutos y pico, y si a un equipo le falta la pala, acaba pagando la
ronda. Pero llueve sobre mojado y se nota más el tufo a rancio que envuelve a
la Federación y al arbitraje.
Tras el partido en
el Camp Nou Manuel Llorente denunció que cada vez que el Valencia juega frente
al Barça o el Madrid "hay alguna cosa. Más con el Madrid, pero también con
el Barça". Elementos con bufanda blanca no han tardado en atribuir una
animadversión del presidente.
Puede ser que la
tenga. Y probablemente, para evitar suspicacias, más que quejarse en la tele
podría denunciar oficialmente lo que considera irregularidades, y por tanto
perjuicios para su equipo. Porque eso es tan desigual y negativo como el
reparto del dinero de la tele. Bastaría con federarse con quienes interpretan
que la distribución es desmedida en beneficio de unos pocos, y en especial de
dos. En todo caso no es cuestión de rearbitrar partidos. Es cosa de criterios,
o de compromisos...
442 (Publicado en Las Provincias el 5 de septiembre de 2012)
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