31/12/10

El silencio de Manolo

Manolo Llorente va a despedir el año tomando analgésicos en lugar de uvas. ¡Menuda cefalea! El presidente del Valencia tiene demasiados asuntos pendientes sobre la mesa y todos son de los que quitan el sueño. Unos vienen de lejos. Amortización de la deuda, venta de los terrenos del viejo estadio, financiación del nuevo. Otros, sin ser inéditos, han llegado consecuencia de desatinos del pasado próximo, como es la exigencia de una junta extraordinaria de accionistas que reclama un grupo de socios, por la repercusión social que ha supuesto el turbio asunto de Valencia Experience.
Manolo no debería mezclar las aspirinas con el cava, porque el alcohol y los fármacos no son buenos compañeros de viaje. Resultan tan inapropiados como que Társilo Piles continúe un minuto más en el consejo y siga presidiendo la Fundación Valencia. Se trata del organismo que domina el panorama accionarial de la sociedad y, visto lo visto, sorprende que todavía no haya dimitido o haya sido destituido, porque de los que hoy mandan es el único que estaba cuando Jesús Wolstein se olvidó de pedir los avales bancarios de la empresa fantasma que llevó al club. ¡Ay, don Jesús, qué cabeza la suya!
A Manolo nunca le ha temblado el pulso a la hora de cortar cabezas. Siempre ha mantenido afilada la guadaña. Mariola Hoyos lo sabe. La anterior presidenta de la Fundación tuvo un adiós tan doloroso como forzado, aunque en su despedida denunció que lo hacía por considerar que la independencia y la neutralidad del organismo era humo.
Ahora es distinto. Manolo no utiliza el dalle. Mira hacia otro lado y calla, quizás porque calibra el peso de quienes están detrás de la Fundación, de Wollstein y de él mismo. Y mientras, Társilo, que tiene mucho apego al cargo, se coloca el traje de Joe Rígoli, el veterano cómico que popularizó aquello de «Yo, sigo».
191. (Publicado en Las Provincias, el 31 de diciembre de 2010)

29/12/10

Causal antes que casual

Hay quienes consideran que todo cuanto ocurre en la vida es fruto de la causalidad; que el destino está programado y, por lo tanto, influido por algo que le precede. Otros hablan de la casualidad, de una combinación de circunstancias inevitables que son las que marcan el futuro. Doctores tiene la Iglesia.
Estos días el Valencia vive un claro ejemplo de lo que se puede considerar causalidad, como gran perjudicado que es por la gestión de Jesús Wollstein en el asunto del patrocinio de Valencia Experience.
Seguro que quienes han seguido la trama antepondrán la causalidad a casualidad, porque desde luego poco tiene de acontecimiento fortuito. No fue el azar quien le dio las riendas del club. La realidad dice que el ex presidente Juan Bautista Soler, como engatusado por un encantador de serpientes, puso el Valencia en sus manos y aquél hizo y deshizo a su antojo.
En lo deportivo recientemente también hemos vivido otro caso de causalidad. El sensacional debut de Vicente Guaita en la portería del Valencia, aunque muchos lo consideran casual y lo achacan exclusivamente a la fortuna.
Es evidente que si César y Moyà no se hubieran lesionado, las opciones del portero de Torrent habrían sido mínimas, porque partía como tercero. Pero no debemos olvidar que en la pretemporada Unai Emery se empecinó en que el chaval permaneciera en la plantilla y que cuando el chico hubo de comerse el marrón ante el Real Madrid o en Old Trafford respondió con el rendimiento del buen portero que es.
Viendo estos ejemplos, me apunto al pragmatismo, porque con todo lo que saben los científicos, aseguran que incluso los juegos de azar son susceptibles de poderse calcular. Por eso voy a lo práctico. Por eso espero la continuidad de Guaita y además, como peco un poco de ingenuo, también aguardo que el Valencia exija responsabilidades al consejo que dio manga ancha a Wollstein.
190. (Publicado en Las Provincias el 29 de diciembre de 2010)

28/12/10

¡La que se nos viene encima!

Publicado en Valencia Fruits, nº 2.474 (28 de diciembre de 2010)

27/12/10

Un cuento de Navidad

Ya que estamos en las fechas en que estamos, imaginemos un cuento de Navidad con final feliz. Una fábula como aquella del conejillo níveo y esponjoso que a la vez era muy ruin de sentimiento, pues cada vez que se encontraba con otro animalito del bosque se burlaba de él.
El mezquino conejito no hacía distinción. Le daba lo mismo tener enfrente al cervatillo, a la ardilla o al gorrión. Aprovechaba la menor oportunidad para mofarse del vecino, al que dejaba consternado mientras él corría raudo y veloz hacia su madriguera.
El entrenador del Real Madrid, José Mourinho, tiene bastante de conejillo. Desde luego no se caracteriza precisamente por la humildad, aunque eso no quita para que luzca laureles como un gran técnico.
Consciente de que los partidos llevan implícitas batallas sicológicas, no duda en ponerse el traje de provocador para sacar ventaja de una situación o para desviar la atención de cuestiones más relevantes.
En un pasado no lejano mantuvo duelos dialécticos con Ranieri, Wenger, Mancini, Allegri, Capello, Pellegrini, Benítez o Guardiola, y recientemente de forma airada provocó a Preciado y de manera muy sutil a Unai Emery, que es lo que hizo que el valencianista entrara a trapo.
El cuento sigue así. Los animalitos del bosque estaban tan hartos del prepotente vecino que decidieron darle una lección. Organizaron una fiesta a la que no sólo no le invitaron sino que acordaron que nadie le saludaría si aparecía por allí. Y así fue porque cuando llegó el conejito burlón todos obviaron su presencia y acabó yéndose con las orejas gachas.
La historia tiene un final feliz. Los animalitos sintieron pena del conejito y decidieron ir a su madriguera para invitarle a la fiesta, no sin antes hacerle prometer que jamás se burlaría de nadie.
A lo mejor es mucha fantasía imaginar que en la segunda vuelta de la Liga, que llega con el nuevo año, Mou cambiará su talante provocador y se irá de cena con Preciado, Unai y Guardiola. ¿O no?
189. (Publicado en Las Provincias, 27 de diciembre de 2010)

24/12/10

La figura del líbero

Emery hizo una especie de regate al pasado y de alguna manera recuperó para el Valencia la figura del líbero. Ante todo hay que valorar la buena actitud que tuvo el grupo frente al Villarreal, pero desde luego el planteamiento, con una defensa de tres centrales y dos laterales muy abiertos, desquició de nuevo a Garrido, que otra vez volvió a sentir la fusta de un rival que se hizo merecedor de un marcador tan holgado como esos que acostumbran los dos trasatlánticos de la Liga.
¿Un líbero? O casi. ¿Y eso qué es? No hay que ir al diccionario. A pesar de que debido a la defensa en zona se trata de una posición en desuso, más de un equipo de campanillas encarga ese cometido a alguno de sus centrales. Unas veces más adelantados, otras más atrasados, pero es lo que define a un zaguero liberado de marcaje. Como hizo Dealbert, ubicado entre Stankevicius y Ricardo Costa.
En 1974 Alemania fue pionera en jugar con ese defensa más retrasado, y en un pasado no lejano el Valencia echó mano de esa figura que, para cumplir el cometido, no ha de tratarse necesariamente de un Beckembauer, Baressi o Scirea.
A mediados de los noventa Luis Aragonés utilizó en Mestalla a Engonga en esa posición y en el Barça Guardiola también se desenvolvió alguna vez en ese puesto, como hoy vemos que lo hacen en ocasiones Piqué o Busquets.
A Unai le hemos recriminado que al equipo le falta carácter. Que ha jugado demasiados partidos en función del rival y que el patrón de juego del arranque liguero se diluyó muy deprisa.
Sin embargo, en el haber del entrenador vasco hay que anotar esta variante y destacar que ha resistido la autoridad de los rivales de mayor enjundia. Ha movido mejor las fichas y, resultados aparte, se los ha puesto por corbata. Ya sabemos que eso lo hace bien. Recuperada la imagen del líbero para determinados partidos, ahora ha de recobrar la identidad perdida para que el Valencia se muestre siempre como un equipo con personalidad.
188. (Publicado en Las Provincias, 24 de diciembre de 2010)

Morbo a tutiplén

Era noche cerrada pero nadie miraba al cielo para ver si aparecían misteriosos objetos voladores. Se trataba de otro tipo reencuentros. Además, en lugar de la melodía de John Williams, la megafonía emitía a borbotones el tema vibrante que Baderlt y Zimmer hicieron para “Piratas del Caribe”. Mestalla tuvo bastante más aires de una ajetreada mañana en Port Royal que de un apacible anochecer en un pueblo de Indiana.
Por mucho que se empeñen algunos, los Villarreal-Valencia y viceversa cada vez tienen más de duelo y menos de 'germanor'. Y en esta ocasión más. Aunque desde los dos clubes quitaron hierro (quizá con la boca pequeña), desde otros sectores se dieron aire en aventar las brasas de los acontecimientos que se habían producido en el partido de Liga. Por eso el primer round del enfrentamiento copero ya lo hubiera querido para su plató el Jorge Javier de turno.
A nadie se le olvidó el desplante de Garrido a Unai al acabar el encuentro en Vila-real ni el incidente que el ex presidente del Valencia Paco Roig y su hijo Alfonso protagonizaron al increpar a Manuel Llorente. Ni tampoco el malestar de los seguidores valencianistas por la deficiente ubicación que les ofrecen en El Madrigal.
Había, pues, suficientes motivos para que Mestalla fuera una olla a presión. Algunos aficionados, más curiosos que nunca, repartían la mirada entre el palco autoridades y el túnel de vestuarios, que es el que marca frontera entre los dos banquillos. Por un lado no querían perderse el reencuentro de Llorente con Fernando (el hermano de su peor adversario), aunque todos sabían que se habría producido en el antepalco, antes de que ambos se presentaran en el tendido, ni tampoco era cuestión de dejar pasar por alto la confluencia de los dos entrenadores.
Pero hay otro 'encuentro' mucho más importante que los de ayer. El que supone un margen de maniobra, para bien o para mal porque, resultado al margen, en esto de la Copa siempre hay que hablar al final de la corrida.
187. (Publicado en Las Provincias, 22 de diciembre de 2010)

22/12/10

¡Un Fomento por favor!

Publicado en Valencia Fruits, nº 2.473 (21-12-2010)

20/12/10

Estado de alarma

Sin memoria no hay pasado y cada vez que el Valencia juega en San Sebastián siempre recuerdo, sobre muchos otros, un entrañable partido. No por bueno ni por espectacular. Fue uno de tantos, pero marcó un antes y un después en la historia del club.
Ha llovido desde entonces. En 1998, también en el frío mes de diciembre, el Valencia llegó a Anoeta bajo mínimos y con las cámaras de televisión a modo de testigo. Hundido en la mitad de la tabla y pocos días después de que la afición hiciera dimitir a Roig, un gol de Antía puso sobre las cuerdas a un cuestionado Ranieri. Sin embargo, en el tramo final Mendieta salvó la continuidad del entrenador italiano, que empezaba a instalar los raíles para que el equipo rodara a alta velocidad.
Como sin memoria tampoco hay futuro, sería bueno aparcar en una neurona el conciso recuerdo de que el Valencia ganó 1-2 en Anoeta y recuperó la cuarta plaza que, visto lo visto y en vísperas del primer round copero y para despedir el año, no está nada mal. Podría ser otro principio de un futuro feliz, pero el estado de alarma continúa.
Aparte de codificar situaciones, almacenar ideas y evocar recuerdos, el cerebro también sabe inventar y profundizar, y por eso es conveniente que el análisis vaya más allá de los guarismos. Ni es necesario insistir en que ha sido la primera vez que el equipo remonta un marcador adverso en la Liga ni en que los dos goles llegaron sobre la campana, y tampoco hay que detenerse demasiado en que el penalti que Iglesias Villanueva señaló a David Navarro hizo surgir levitando la imagen de Pérez Lasa.
Hay muchas cosas más en que pensar. Y Unai sabe que no ha de escarbar demasiado para encontrarlas. De momento deberá poner los cinco sentidos en el rival inmediato, el Villarreal, que está que se sale. Luego, como vienen unos días de vacaciones, dispone de tiempo para pensar en qué medidas debe de aplicar para revertir la situación. Lo que ha tener muy claro es que no es el camino quien hace eses.
186. (Publicado en Las Provincias, el 20 de diciembre de 2010)

17/12/10

Difama, que algo queda

Como nos tienen tan acostumbrados a los juicios paralelos que sirven de sustento a determinadas televisiones que sin ningún pudor nos meten los debates hasta el fondo del salón (siempre puedes apagar el aparto, claro), ya no sorprende a nadie que aunque un proceso judicial se encuentre en periodo de instrucción, con irresponsable alegría se anteponga la sospecha de culpabilidad a la presunción de inocencia.
A diario nos encontramos con innumerables casos que destilan cierto tufillo maloliente o, cuanto menos, que invitan a la sospecha. Pero por encima de opiniones precipitadas y partidistas ha de prevalecer la coherencia y los principios jurídicos.
A Marta Domínguez le ha salido el gordo antes del sorteo. De la misma forma que cabe la posibilidad de que al final de la corrida los tribunales determinen que la atleta hizo trampas, puede ocurrir que resuelvan únicamente lo que hasta ahora ha desvelado el registro que la Guardia Civil realizó en su domicilio: que no se hallaron sustancias prohibidas. ¿Y entonces, qué?
El verbo «desacreditar» se conjuga con una alarmante ligereza. Ni respeto ni prudencia. Y si esto se da en cuestiones de importancia, cuyos daños resultarán de difícil reparación, ¿qué no ocurrirá cuando se trata de situaciones de menor enjundia?
Después de la derrota del lunes, a Unai se le tildó de mezquino y timorato por haber sacrificado a Guaita en favor de César. Sin embargo, esas críticas no tuvieron presente que el portero de Torrent acusaba una molestia en los aductores, que le impedía el natural golpeo de balón. Pero como en el encuentro hubo tantos desatinos a la vez, las circunstancias que influyeron en la permuta del guardameta se pasaron por alto. Esas, y otras muchas, entre ellas las que pueden influir en la cuestionada falta de autoridad en el vestuario...
185. (Publicado en Las Provincias, 17 de diciembre de 2010)

15/12/10

La avestruz y el controlador

Publicado en Valencia Fruits, nº 2.472 (14 de diciembre de 2010)

El motor pica biela

Después del disgusto que el lunes dio el Valencia a sus aficionados, resultaría muy sencillo meter caña al entrenador y a los jugadores. Al fin y al cabo son quienes ganan, empatan o pierden los partidos. Uno por ser quien los planifica y los otros, porque son quienes llevan a cabo la ejecución.
Ponerlos a caldo a todos sería lo fácil y, a lo mejor, lo más conveniente. Tal vez habría que haber elevado la voz bastante antes. Pero también podría resultar demagógico, ya que la situación no es nueva. De una forma o de otra, esos momentos se han perfilado con anterioridad, aunque con unos resultados mucho menos alarmantes.
Este traspié escuece al aficionado por diferentes motivos. Uno, porque el Valencia cerró la jornada sabiendo que, mientras quienes le persiguen habían hecho los deberes, los dos de delante perdieron comba. Ocasión perdida para recortar diferencias, aunque siempre habrá quien entienda que, visto lo visto, el punto es de oro y brillantes.
Otro motivo de disgusto estriba en que al llegar al descanso el Valencia mantuvo clara ventaja en el marcador. Distinto es que la mereciera...
Y una razón más que provoca urticaria radica en que el empate a tres goles fuese frente a un rival que hasta ese momento sólo había marcado un tanto en sus anteriores desplazamientos.
Pero, resultado al margen, el desarrollo del partido exige una reflexión que debe de ir más allá que la de ceñirse a tres jugadas puntuales y a que el 3-1 provocó ausencia de personalidad, falta carácter el 3-2 y pánico cuando el equipo navarro hizo el empate.
De momento debe considerarse innecesario que César reitere disculpas por los errores, como exagerado parece cargar las tintas sobre un desafortunado Éver y calificar a Unai de timorato por colocar a Dealbert en el puesto del argentino. En ese instante del partido, con el equipo grogui, sobre las cuerdas (y viendo quienes quedaban en el banquillo), la permuta resultó lógica para al menos tratar de asegurar el 3-2.
El Osasuna no fue, ni mucho menos, la piel del plátano con la que el Valencia se ha dado la costalada. Convendría mirar hacia el eje del carro, porque me da en la nariz que le falta grasa. A lo largo de la temporada, después del intermedio de cada partido, el equipo ha ofreciendo su peor imagen. ¡Hágaselo ver! Es como si el motor picara biela.
184. (Publicado en Las Provincias el 16 de diciembre de 2010)

13/12/10

La decisión de Unai

El sino y la responsabilidad de un entrenador es lidiar y resolver circunstancias que se producen a lo largo de la temporada, aunque el maniqueísmo en Mestalla alcanza niveles preocupantes para los técnicos. Aquí siempre ha resultado difícil encontrar un término medio.
La disyuntiva ahora llega a la portería. Guaita o César. Unos defienden la continuidad del canterano, porque ha respondido con solvencia en los momentos de necesidad, y otros apuestan por el veterano guardameta, ya restablecido, y aducen que hasta el momento de su lesión lució aureola de santo.
Unai tiene la última palabra y su elección resulta más sencilla desde el prisma deportivo que desde la óptica popular. Guaita, César e incluso Moyá si estuviera en condiciones no deben generar debates. Siempre ha de jugar el que el entrenador considere que se encuentra en mejor estado de forma física y anímica. Lo demás son decisiones arbitrarias, como ocurrió en enero de 2000 con Cañizares y Palop: tras la lesión del primero en Eindhoven y una brillante presencia del valenciano, Cúper 'aprovechó' un 4-2 en La Romareda para dar la vuelta a la tortilla.
Desde su llegada al Valencia, Unai se ha encontrado con más detractores que adeptos (nada nuevo bajo el sol). Cada semana le han cuestionado diferentes asuntos, unos de consideración y otros intrascendentes. Han sido los debates sobre la conveniente alineación de determinado futbolista, las rotaciones o el sistema de juego (lo del 4-3-3 o el 4-4-2 que sigue en boca de muchos). Incluso la polémica ha descendido a absurdas nimiedades, como los reproches por los gestos que durante los partidos hace o deja de hacer desde la banda.
Unai es consciente de que aquí prevalece el «estás conmigo o contra mí», que cada aficionado es un entrenador en potencia y que igual que se puso entredicho que mantuviera tres porteros en la plantilla, alguien esperará a conocer el resultado para poner el acento al veredicto. Es su sino.
183. (Publicado en Las Provincias, 13 de diciembre de 2010)

11/12/10

Vicente Guaita

10/12/10

Unos comités de pena

Todo sigue igual. El puente de la Purísima no ha servido para hacer reflexionar a los del Comité de Competición, porque han decidido castigar a David Albelda con dos partidos de suspensión «por menosprecio a los árbitros». En cambio, estos juristas no dicen ni mú de la situación que provocó Pérez Lasa y su ayudante primero, aunque en la sentencia dan por sentado que el árbitro metió el remo hasta el garganchón, ya que aceptan el recurso presentado por el Valencia por la segunda tarjeta. La anulan y dejan sin efecto. Aceptan que el jugador no cortó la trayectoria del balón con mano, como reflejó el colegiado, sino que el esférico le golpeó en pecho, que es lo que se vio en las imágenes de televisión.
Más de lo mismo. Se repite con mucha frecuencia. El espíritu de la ley y el criterio que aplican los comités de la Federación Española es tan caduco y de ¡ay pena penita pena! como el mismo organismo. Continúan utilizando diferentes varas de medir y se olvidan de resolver conflictos y hacer posible la convivencia justa.
Desde luego no es de recibo que un futbolista le falte el respeto al árbitro, pero tampoco que ese juez se burle de un jugador, de un equipo, de una institución, de toda una afición... Como tampoco es cabal que Competición aplique un partido de sanción a quien «tiró viaje» a un contrario con clara intención de que no pasara, sin medir que pudo romperle la pierna y en cambio no se ruboriza lo más mínimo al colocarle dos a quien ha reclamado una evidente equivocación arbitral, que vio toda España (menos algunos madridistas, cortos de vista) y que iba a marcar el desarrollo del encuentro.
¡Que sí!, que luego hubo un penalti de Miguel sobre Di María que el árbitro no castigó. Pero no es de eso de lo que estamos hablando. Hablamos de que a veces se ven almas en pena. Y no sólo en los arbitrajes. También en las decisiones de los comités.
182. (Publicado en Las Provincias, 10 de diciembre de 2010)

9/12/10

Guaita, Chori y Manolo

Salir vivo de Old Trafford es para sentirse contento. No es un escenario para soñar con florituras, aunque si el rival reserva a varios habituales titulares y el visitante llega motivado y con ganas, puede sonar la flauta. Empate, cuatrocientos mil euros en la caja y a otra cosa mariposa. Pero hay otra lectura. El Valencia abandonó Manchester con Guaita como jugador más destacado y eso signfica que el equipo pasó muchos apuros en la faceta defensiva, aparte de que las ocasiones de gol propias se diluyeron al mismo tiempo que se lesionó 'Chori' Domínguez, que con el portero fue el más destacado del equipo.
Ahora hay que mirar ya al encuentro del lunes, con el Atlético Osasuna, y también a que Competición dé su veredicto sobre la sanción que le impone a Albelda por su expulsión en Madrid. Entre tanto se puede especular en torno a qué rival corresponderá en la siguiente ronda del torneo continental. Y punto, pero punto y seguido, porque hay un par de asuntos más que no es cuestión de pasar por alto.
Primero, el relativo a genio y figura de Llorente, que al acabar el partido del Bernabéu soltó lo de «cuando no son los árbitros, son los árbitros». La proposición es compartida. ¡Bien, por Manolo! Pero sería más provechoso para el Valencia que elevara la voz en las reuniones que mantiene con el resto de presidentes para poner en solfa la vergüenza arbitral, y que pusiera los puntos sobre las íes en el reparto televisivo. Porque la otra postura es vestirse con el traje de Zapatero, cuya respuesta a los controladores ha sido ponerse el disfraz de avestruz.
Y segundo, las necedades y sandeces que dicen algunos periodistas de la meseta, que a la hora de manifestarse en una tertulia o escribir cuatro líneas sobre los arbitrajes primero se ponen la bufanda con los colores de un equipo que en otro tiempo fue llamado del régimen. Y se regodean en la necedad partidista. Si eso es periodismo, hoy mismo escribo a la FAPE para que me den inmediatamente de baja.
181. (Publicado en Las Provincias, 8 de diciembre 2010)

6/12/10

A veces veo muertos

En esta peli no sale Bruce Willis ni el niño que ve muertos. No es un film de ciencia ficción. La acción transcurre en Madrid y se trata de una historia real como la vida misma. Un relato cotidiano, habitual. Demasiado habitual. Sin embargo, a pesar de esa naturalidad, el argumento estremece de la misma manera que a muchos nos sobrecogió la escalofriante narración de 'El sexto sentido'.
Es un guión que se repite de forma cíclica. Cada vez que el Valencia viaja al Barnabéu ocurren cosas tan enigmáticas que a Iker Jiménez le proporcionarían suficiente material como para programar toda la temporada. ¡Esto es sobrecogedor, Carmen!
En el argumento aparecen otras circunstancias adversas, las acciones inalienables que ni se pueden ni se deben de pasar por alto, que conllevan una penitencia que lavaremos en casa. Eso no se puede obviar. Pero no quita para que lo otro le arrebate todo protagonismo porque en cuanto se anuncia el desplazamiento al distrito de Chamartín, se suceden los presagios y malos augurios. Es como si por arte de no sé qué sortilegio se pusiera en marcha una maquinaria y empezara el peregrinar de espíritus invisibles e intangibles, a los que algunos dicen que han visto deambular errantes por Las Rozas, como la procesión de la Santa Compaña.
«A veces veo muertos». Mucho antes de llegar a La Castellana, ya en la avenida del Mediterráneo, llegaba un tufillo de partido de «furbol» (sic) con connotaciones fantasmagóricas, porque hasta allí alcanzó a escucharse el sonido de las cadenas que arrastran esos seres etéreos, amantes de la buena mesa y sobremesa, que no tienen necesidad de decir nada para transmitir consignas a los llamados estómagos agradecidos o simplemente ineptos porque sí.
El próximo viaje a Madrid habrá que hacerlo llevando ajos... y una estaca para darle un buen coscorrón en la testa al Porta de turno. A ese que sin ser falangista ya lleva anclado al sillón cinco legislaturas y no hace más que reiterar dislates.
180. (Publicado en Las Provincias el 6 de diciembre de 2010)

4/12/10

Joan Cordero

3/12/10

Máximas bajo mínimos (1)


"Ni importa el tamaño ni el dinero da la felicidad"

(Frase atribuida a un pobre que tenía el pene pequeño)

La coma

Me ha llegado esta mail y no me resisto mostralo a todos:

Julio Cortázar escribía: "La coma, esa puerta giratoria del pensamiento"
Lea, analice la siguiente frase y coloque la coma que falta:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda".

SOLUCIÓN:
Si usted es mujer, con toda seguridad colocará la coma después de la palabra mujer.
Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.

Presión, votación y resultado

Adiós a la candidatura ibérica. No queda otra que secarnos las lágrimas. Echaremos mano de las toallas de nuestros vecinos portugueses, aunque para muchos no ha sido tanta sorpresa que nos hayamos quedado sin el Mundial. Ese Mundial de Fúrbol (sic), que es como pronuncia el nombre del deporte el presidente optimista de la Federación Española. Su homólogo, Gilberto Madeil, fue más moderado. Pero al final no nos ha tocado ni la pedrea, porque si el de 2018 se va para Rusia, también nos quedaremos sin catar el del 22, que se jugará a orillas del golfo Pérsico.
En situaciones como esta, siempre es interesante prestar atención a lo que ocurre entre bambalinas y en este "sorteo" aderezado por las arengas de políticos, gerifaltes y una aleación de futbolistas míticos y metrosexuales, el enfado de Putin y su ausencia ha pesado en la decisión de los 22 miembros del comité ejecutivo de la FIFA, del mismo modo que el encanto de los petrodólares ha encandilado a los correligionarios de Blatter.
Pasada la decepción, nos queda la del optimista. La del que ve la botella medio llena y piensa que nos hemos ahorrado mucha pasta, porque en época de vacas flacas hay cuestiones más prioritarias que remodelar o adecuar estadios. Incluso se puede sacar pecho diciendo que ahora España es ganadora, no organizadora.
A Vladimir le ha salido muy bien la jugada. Ha sido de partida de grandes maestros de ajedrez. Eficaz. Denuncia y ausencia, y ayer, sin prisas, viaje relámpago a Zúrich para agradecer el gesto de los «fifos»...
Entre bastidores siempre ocurren cosas que parece que van a pasar desapercibidas. Sin embargo hay excesivos tejemanejes para alcanzar objetivos, como para que no suelten un tufillo que ya, ya... Salvando distancias, en el Valencia eso lo saben muy bien, ahora que preparan la maleta para ir al Bernabéu, donde nunca se escuchan quejas de los arbitrajes. Tal vez será porque resultan tan innecesarias como lo fue la presencia de Putin para dorar píldoras.
179. (Publicado en Las Provincias, el 3 de diciembre de 2010)

1/12/10

Talante para viajar a Madrid

Me resistía a hablar del partido del lunes, aunque el encuentro fuera de esos que hay que verlos, sí o sí. Pero nos habían metido tanta publicidad en la sopa, ¡qué pesados!, que uno va y se conjura y trata de pasar por alto los comentarios. Sin embargo, después del repaso que el Barça le dio al Real Madrid, es una obligación abordar el asunto, sobre todo porque las alabanzas al juego de los culés están casi a la par con las advertencias a los valencianistas; hay demasiada gente que considera que los de Unai deberán de llevar más cuidado en su vista del sábado al Bernabéu, para no pagar la factura de los platos rotos.
Enfocar el partido bajo esa premisa es exagerado. Es cierto que los madridistas han de dar la cara delante de su público al que no le bastará mercromina y tiritas para taponar la herida que dejó la goleada y que, aunque la responsabilidad puede pesar como una losa, tratarán de contentar a la afición con un buen partido y goles. Pero, en el supuesto de que "la manita" hubiera sido a favor, ¿enfocarían el encuentro de forma distinta cuando delante van a tener al Valencia? No. Las ganas de ganar a los grandes son innatas para todos.
Ahora hay que hablar del Valencia. De qué debe hacer el equipo. De cómo ha de jugar en el Bernabéu. Y rápidamente, aparte de que como visitante aumenta su carácter, vienen a la memoria dos conceptos: talante y planteamiento. La predisposición ante los grandes va implícita, y del planteamiento hay que recordar el que inicialmente realizó en el Camp Nou, donde estuvo a punto de sacarle los colores hasta al paliducho Iniesta, o el que provocó desazón en El Madrigal, de donde todos los visitantes salían trasquilados.
Por eso el Valencia ha de ir al Bernabéu con mucho respeto, sí, porque enfrente está el Real Madrid, pero a la vez con talante. Ha de ir convencido de que haciendo las cosas bien será más fácil alcanzar el objetivo. Y hacer las cosas bien no debe de ser tan complicado cuando se ha hecho en ocasiones recientes.
178. (Publicado en Las Provincias, 1 de diciembre de 2010)