15/12/10

El motor pica biela

Después del disgusto que el lunes dio el Valencia a sus aficionados, resultaría muy sencillo meter caña al entrenador y a los jugadores. Al fin y al cabo son quienes ganan, empatan o pierden los partidos. Uno por ser quien los planifica y los otros, porque son quienes llevan a cabo la ejecución.
Ponerlos a caldo a todos sería lo fácil y, a lo mejor, lo más conveniente. Tal vez habría que haber elevado la voz bastante antes. Pero también podría resultar demagógico, ya que la situación no es nueva. De una forma o de otra, esos momentos se han perfilado con anterioridad, aunque con unos resultados mucho menos alarmantes.
Este traspié escuece al aficionado por diferentes motivos. Uno, porque el Valencia cerró la jornada sabiendo que, mientras quienes le persiguen habían hecho los deberes, los dos de delante perdieron comba. Ocasión perdida para recortar diferencias, aunque siempre habrá quien entienda que, visto lo visto, el punto es de oro y brillantes.
Otro motivo de disgusto estriba en que al llegar al descanso el Valencia mantuvo clara ventaja en el marcador. Distinto es que la mereciera...
Y una razón más que provoca urticaria radica en que el empate a tres goles fuese frente a un rival que hasta ese momento sólo había marcado un tanto en sus anteriores desplazamientos.
Pero, resultado al margen, el desarrollo del partido exige una reflexión que debe de ir más allá que la de ceñirse a tres jugadas puntuales y a que el 3-1 provocó ausencia de personalidad, falta carácter el 3-2 y pánico cuando el equipo navarro hizo el empate.
De momento debe considerarse innecesario que César reitere disculpas por los errores, como exagerado parece cargar las tintas sobre un desafortunado Éver y calificar a Unai de timorato por colocar a Dealbert en el puesto del argentino. En ese instante del partido, con el equipo grogui, sobre las cuerdas (y viendo quienes quedaban en el banquillo), la permuta resultó lógica para al menos tratar de asegurar el 3-2.
El Osasuna no fue, ni mucho menos, la piel del plátano con la que el Valencia se ha dado la costalada. Convendría mirar hacia el eje del carro, porque me da en la nariz que le falta grasa. A lo largo de la temporada, después del intermedio de cada partido, el equipo ha ofreciendo su peor imagen. ¡Hágaselo ver! Es como si el motor picara biela.
184. (Publicado en Las Provincias el 16 de diciembre de 2010)

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