17/12/10

Difama, que algo queda

Como nos tienen tan acostumbrados a los juicios paralelos que sirven de sustento a determinadas televisiones que sin ningún pudor nos meten los debates hasta el fondo del salón (siempre puedes apagar el aparto, claro), ya no sorprende a nadie que aunque un proceso judicial se encuentre en periodo de instrucción, con irresponsable alegría se anteponga la sospecha de culpabilidad a la presunción de inocencia.
A diario nos encontramos con innumerables casos que destilan cierto tufillo maloliente o, cuanto menos, que invitan a la sospecha. Pero por encima de opiniones precipitadas y partidistas ha de prevalecer la coherencia y los principios jurídicos.
A Marta Domínguez le ha salido el gordo antes del sorteo. De la misma forma que cabe la posibilidad de que al final de la corrida los tribunales determinen que la atleta hizo trampas, puede ocurrir que resuelvan únicamente lo que hasta ahora ha desvelado el registro que la Guardia Civil realizó en su domicilio: que no se hallaron sustancias prohibidas. ¿Y entonces, qué?
El verbo «desacreditar» se conjuga con una alarmante ligereza. Ni respeto ni prudencia. Y si esto se da en cuestiones de importancia, cuyos daños resultarán de difícil reparación, ¿qué no ocurrirá cuando se trata de situaciones de menor enjundia?
Después de la derrota del lunes, a Unai se le tildó de mezquino y timorato por haber sacrificado a Guaita en favor de César. Sin embargo, esas críticas no tuvieron presente que el portero de Torrent acusaba una molestia en los aductores, que le impedía el natural golpeo de balón. Pero como en el encuentro hubo tantos desatinos a la vez, las circunstancias que influyeron en la permuta del guardameta se pasaron por alto. Esas, y otras muchas, entre ellas las que pueden influir en la cuestionada falta de autoridad en el vestuario...
185. (Publicado en Las Provincias, 17 de diciembre de 2010)

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