4/1/10

Zigic, espinas y laurel

A lo mejor habría que empezar llamándolo por su nombre. Oportunismo. En unas horas en Valencia no se ha hecho otra cosa que conjugar el verbo subirse al carro. ¡Lo que hace un gol! Yo me subo al carro, tú te subes al carro, él se sube al carro... Desde la noche del sábado, Nikola Zigic ha multiplicado por cien el número de amigos en su facebook. Y venga palmaditas en la espalda, aunque sea haciendo puntillas, porque el delantero mide lo que mide.

Los que apenas hace dos telediarios pedían su cabeza, dispuestos a sufragar una corona de espinas, ahora se apresuran a ponerle los laureles en la frente. Son los mismos que le calificaban de conformista por no acceder a una cesión quienes después del gol al Espanyol destacan su fortaleza de carácter, su profesionalidad y su pundonor. ¡Flores a María! Y mientras, Nikola, sonríe. Oiga, que yo no soy tonto, aunque no sea cliente de 'mediamark'.

De cualquier forma bien está que se valore el trabajo de Zigic, porque echando un vistazo a las estadísticas se observa que en apenas un centenar de minutos de participación en la Liga (repartidos en cinco encuentros), el espigado delantero ha dado nueve puntos al Valencia. Fue el autor del 0-1 en Santander, propició en San Mamés el error de Iraizoz para que Mathieu lograra el 1-2, y el sábado, casi camino de la ducha, deshizo el empate inicial para desesperación de Pochettino y sus 'periquitos'.

Me apunto a lo que esa misma noche dijo el entrañable Quique Sánchez Flores respecto al también apurado triunfo del Atlético, por un gol de Antonio López en el último suspiro del lance. 'El equipo y la afición necesitan estos impulsos emocionales'. ¡Y tanto!

El gol siempre es el mejor estímulo para un delantero. Es su alimento. Zigic ha sabido hacer oídos sordos a las críticas, a más de un feo de Emery y ha soportado con elegancia una comitiva de aduladores. Como siempre, sin perder la sonrisa, arropado por el que dice que es el mejor incentivo: su esposa Sanja y su pequeña Milica, a la que dedicó el gol. ¡Faltaría más! ¿A quién si no? ¡A la niña de sus ojos!

41. (Las Provincias, 4 de enero de 2010)

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