15/1/10

A Unai se le pega el arroz

Si Unai fuera cocinero, habría que decir que algunas veces se le pega el arroz. Esta vez al aprendiz de Arguiñano se le agarró el lacón con grelos. Tufo a socarrado en Riazor. Al vasco no se le dio bien el pote gallego y al valencianismo no le consuela que Barça, Madrid, Villarreal o Liverpool dijeran también un adiós anticipado a la Copa. No es un alivio. En todo caso, el consuelo de los tontos. Algo así como decir que a uno de los cuatro millones de parados que Celestino Corbacho tiene en nómina le conforta saber que no es sólo él quien va a tener que hacer equilibrios en el alambre para acabar o continuar el mes.

El prometedor 'yes we can' que Unai nos hizo entonar camino de La Coruña obliga ahora a echar mano de ese término, políticamente en desuso, llamado 'cantar la palinodia': retractarse públicamente de lo que se ha dicho. El entrenador del Valencia nos vendió una burra con dentadura postiza y se la compramos, aunque acabó por echar a la basura la 'final'. Como las que, con ventaja en el marcador, desaprovechó la temporada pasada en el Bernabéu o en el Sánchez Pizjuán.

A pesar del mensaje de confianza, el once de Riazor delató que el técnico estaba más pendiente del derbi del domingo con el Villarreal que del compromiso con el Deportivo. Y eso que Lotina apenas utilizó cinco titulares.
Con rotaciones sorprendentes, el Valencia llegó al descanso con un 0-2 de esperanza. Pero ahí se acabó todo. Unai no tuvo carácter para, como hizo en Jerez con Mathieu, sentar inmediatamente a un Miguel que parecía llevar la camiseta blanquiazul, ni tras los goles de Filipe y Rodríguez demostró capacidad de reacción, porque el acceso de Villa lo decidió casi cuando Mejuto iba a señalar el camino de la ducha.

Fallos individuales, colectivos y de dirección, el desenlace fue que el Valencia desaprovechó una oportunidad pintiparada. Con tanta comparsa en los emparejamientos, avanzar en febrero hacia la semifinal de la Copa, dejando atrás a un Sevilla mermado por las ausencias de Kanouté, Luis Fabiano o Adriano, hubiera sido un regalo.

46. (Las Provincias, 15 de enero de 2010)

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