25/1/10

El exceso y el defecto

Cuando una competición alcanza su ecuador, es un buen momento para el análisis. Si desde que empieza el torneo surgen discusiones a diario, qué no se va a hacer transcurridas diecinueve jornadas. Casi se podría decir que lo exige el guión. La coyuntura no sólo obliga a desglosar el pasado reciente, sino que invita a hacer prospecciones en el futuro inmediato.

El Valencia ha despedido la primera vuelta de la Liga con un empate sin goles en Tenerife, un marcador que a nadie ha dejado indiferente. Sería de necios negar el valor a un cero a cero en campo ajeno, aunque por la entidad del rival y las circunstancias que concurrían, es un punto que apenas deja sabor.

Bajo la premisa de que el Valencia ha obtenido buena nota al concluir el examen parcial, que sigue sin perder como visitante («Hay que ser torito en casa y torazo en campo ajeno», pregonó una vez Di Stéfano parafraseando el Martín Fierro) y que el equipo muestra hechuras de alternativa, no se puede pasar por alto que ayer desaprovechó una gran oportunidad para reafirmar esa condición y, a la vez, meter mayor presión al Real Madrid y más tierra por medio a sus seguidores. Sobre todo porque en la próxima jornada ha de visitar el Sánchez Pizjuán.

El empate de Tenerife hace fruncir el ceño y torcer el morro. El equipo más en forma en las salidas, que es además el segundo más efectivo ante el marco rival, fue incapaz de hacer daño a un enemigo que huele a Segunda y que llevaba una decena de compromisos sin dejar a cero su portería.

¡Que sí, que vale, que todo lo que sea sumar es bueno! Pero, amigo, para alcanzar el propósito a veces hay que exponer un poquito, ¿eh? El Valencia adoleció de falta de ambición. Unai fue más conservador que Cánovas del Castillo. Los relevos no mostraron un talante progresista. Una cosa es buscar la contención y otra muy diferente ser ambicioso. Se puede pecar por defecto y por exceso. Aunque no conviene quejarse de lo que otro día se puede echar de menos, no sé si es preferible un punto de sutura que uno así de soso.

49. (Las Provincias, 25 de enero de 2010)

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