25/10/09

Errores no forzados

En los torneos de Grand Slam se repite con asiduidad la expresión «errores no forzados». Esa serie de yerros ajenos a la efectividad del rival, originados por el infortunio o la falta de concentración.

En el fútbol también sucede y después de los goles encajados es lo que más duele. Más si hay reiteración. Algunos jugadores del Valencia el jueves se levantaran con el pie izquierdo. Ante el Slavia hubo muchos errores no forzados. Desaciertos de quienes están llamados a llevar el liderazgo, y también de los que han de abrirse paso hacia futuro.

Se echó en falta eso que Unai Emery reclamó desde primeros de semana. «Concentración, cabrón!», le espetó entonces a uno de sus futbolistas en un entrenamiento. Durante el partido de Mestalla seguro que esa exigencia volvió a desfilar por la mente del técnico, aunque en la rueda de prensa, a pesar del disgusto por el resultado, se mostrase generoso con los jugadores. Hizo lo políticamente correcto porque los trapos sucios se lavan en el vestuario.

A Manuel Llorente tampoco le gustó empate, pero no fue sutil. Al contrario. Desveló la irritación con un mensaje de apercibimiento al entrenador. El presidente, que tantas veces ha admitido que sabe poco de fútbol, se desmelenó (valga la licencia literaria) y transformó su breve intervención radiofónica en una diatriba contra las rotaciones. Demasiadas, para su criterio.

Los excesos sólo son malos si se rebasa el límite. Pero ¿quién lo establece? ¿El razonamiento de Llorente hubiera sido el mismo con un marcador a favor? Y un detalle: el Valencia juega mañana en Almería, el miércoles en Alcoy, el domingo siguiente en Málaga, cuatro días después en Praga, apenas cuarenta y ocho horas más tarde recibirá al Zaragoza. Las rotaciones ni son buenas ni son malas, pero deben de resultar eficaces. Lo que sí debe incomodar son los despistes, los descuidos, la dispersión que propicia errores no forzados.

14. (Las Provincias, 24 de octubre de 2009)

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