16/11/09

La torre de Babel

La construcción mítica que detalla el Génesis toma el nombre del verbo hebreo balál, que significa confundir y algo así debe haberle sucedido a la imaginaria torre del Valencia, de Mestalla, que no tiene nombre ni hay que buscarle etimología. Un hipotético baluarte que produce tal desconcierto que está en el camino de convertirse en el principio del fin de la ilusión de quienes veían la primera piedra para alcanzar un esplendoroso futuro.

Sin necesidad de pasar por la junta general del Valencia, a la vista está que en el camino de la imaginaria torre no aparecen brotes verdes y que el desenlace no puede ser otro que la reparcelación del solar donde se alza en viejo recinto para que Juan Soler complete los setenta y pico millones que debería abonar, o la devolución al ex presidente de los algo más de trece millones que adelantó para esa compra.

Con la torre de Babel los hombres anhelaban alcanzar la gloria. Tocar el cielo. Pero Yahveh obstaculizó el atrevimiento y frenó todos los planes. Hizo que los constructores hablaran diferentes lenguas y provocó la confusión y el caos porque los obreros no podían entenderse entre si. En el caso de la imaginaria torre de Mestalla, el Todopoderoso se disfrazó de burbuja inmobiliaria para moderar y poner bridas a las ínfulas de un presidente que, rodeado de ineptos, mequetrefes y cantamañanas, no iba a dejar en el club más huella que la de la frustración. En los aficionados y propia, porque le ha costado dinero del bolsillo (o del de su padre) y, además, cuando llegó el único momento de sonrisa (obsérvese que no digo de alegría), la Copa del Rey, él ya había echado la toalla y a orillas del Manzanares, en el sillón, estuvo sentado su amigo Agustín, que fue quien disfrutó del minuto de gloria.

En el Valencia están muy inquietos. No es para menos, porque aparte de que el cinturón ya no tiene espacio para más agujeros, en el horizonte hay señales de humo que aluden a que la firma por la que Soler adquirió la torre tiene mal color y podría entrar en proceso concursal.

24. (Las Provincias, 16 de noviembre de 2009)

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