9/11/09

El gélido viento de mistral

El viento de mistral, también conocido en Aragón como cierzo, es un viento frío, seco y violento, que en el Mediterráneo llega desde el noroeste y a veces desde el norte. Combinado con rachas de poniente, es el que sufrimos ayer coincidiendo con la visita del Zaragoza a Mestalla.

La presencia del equipo baturro y aguerrido que dirige Marcelino García Toral entrañaba cierta inquietud a pesar de que junto al Atlético de Madrid es el más goleado de la categoría. Por eso el Zaragoza quería ser en Valencia como el mistral, que allí también le llaman viento del Moncayo. Pretendía dejar helado al anfitrión. Ganar en un campo que se le resiste desde hace 16 años.

El entrenador que estuvo llamado a sentarse en el banquillo blanquinegro intentó imponer la presión y tejer un entramado en el centro del campo que no permitiera el juego que le gusta al Valencia, que a su vez estaba más obligado que nunca por el batacazo de Praga y porque en la Liga necesitaban ofrecer la satisfacción del triunfo a sus seguidores, que sólo le habían visto ganar en la primera jornada, frente al Sevilla.

Pero fue suficiente una ráfaga de aire de levante, un pase entre líneas en busca de Juan Mata, para contrarrestar y que el internacional asturiano abriera el camino de la victoria en una jugada polémica; porque aparte de crear muchas dudas, hundió al rival y desquició el técnico que, en el descanso, cuando iba a reanudarse la segunda parte, censuró al árbitro mediocre que ya no le permitió seguir.

Para entonces otras dos ráfagas de levante ya habían puesto la puntilla. Sobraba todo lo demás, porque Villa ya había aumentado su cuenta para el Pichichi y Pablo Hernández se reivindicó más aún a escasas horas de la citación de Del Bosque. Sobró que César encajara un gol que rompió su racha de imbatibilidad, aunque el portero extremeño, en tono simpaticote, espetó que ni siquiera sabía que podía batir récords. «Lo importante es que hemos ganado, tío». Pues sí, eso es lo único que valió la pena de la gélida tarde-noche de vientos divergentes.

21. (Publicado en Las Provincias)

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