15/10/12

GOLPECITOS EN EL PECHO


Lo de llamar al pan, pan, y al vino, vino, no es nuevo, aunque sorprende que a veces los jugadores traten de exculpar de las derrotas a sus entrenadores. Durante los partidos se reparten las críticas, pero en cuanto acaba el encuentro todos los males se le atribuyen al técnico. Sin embargo cuando los jugadores han evidenciado falta de concentración, motivación e intensidad, que ha sido el caso, es bueno que se responsabilicen.

Hace unas semanas, Pereira y Soldado defendieron a Pellegrino, y ayer lo hizo Matieu, que dicho sea como anécdota, no pronunció lo del "pan, pan...", porque aparte de que para los franceses el enunciado del refrán es "Appeler un chat, un chat" (Llamar a un gato, un gato), el amigo Jérémy lleva tres años en el Valencia y sigue sin soltar ni papa en castellano.

Compartir la responsabilidad es lo que toca, pero en la defensa del entrenador Mathieu (que a causa de una lesión sólo ha intervenido en dos partidos y está haciendo bueno a Cissokho) fue tan blandito como sus predecesores. Argumentó que aquél no corre en el campo y que son los jugadores los que deben de esforzarse más. Sí, pero le faltó contundencia.

Hace unos años, después de un varapalo en el Bernabéu (5-1 frente a un rival plagado de suplentes), el futbolista y ahora compañero en LAS PROVINCIAS Pepe Carrete explotó cuando al abandonar el recinto un tal Butanito le puso delante el micrófono. "¡No nos aceptarían ni en la mina!", bramó, el asturiano descompuesto por el ridículo de su equipo. Además, al día siguiente, en el vestuario de la ciudad deportiva, no se escondió y repitió la arenga que parecía más propia de Miljanic, entonces entrenador.

Admitir los errores es el mejor inicio para poderlos enmendar. Pero más que unos golpecitos en el pecho, el aficionado ahora espera un golpe de efecto sobre el césped para que cambie la situación. Lo demás son milongas.

457 (Publicado en Las Provincias, el 12 de octubre de 2012)

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