14/7/10

Del Bosque, Emery y Benítez

Lo de que a más de uno se le iba a atragantar la vuvuzela de la ira fue un dislate. Realmente era de esperar que hasta los críticos más intolerantes con Vicente del Bosque terminaran subiéndose al carro del éxito, como si fuesen sus amigos de toda la vida. Mezquinos. Es el calificativo más delicado que se me ocurre para los balandrones de pluma o micrófono que desde el primer momento colocaron al seleccionador bajo sospecha, miraron con lupa cada una de sus decisiones y ahora le bailan el agua.
No es necesario recurrir a hemerotecas y fonotecas para encontrar los dardos envenenados que los ventajistas del Mississippi lanzaron al técnico cuando la selección tropezó frente a Suiza en el arranque mundialista. El mejor escribano echa un borrón. Pero entonces sólo se vieron defectos, arropados algunos famosos y famosillos que le ponían de chupa de dómine. A Del Bosque se le cuestionó todo. Desde que apostara por el doble pivote, a la capacidad del portero elegido, pasando por la libertad de movimientos que concedió a determinado jugador, al estado de forma de otros y la idoneidad de las sustituciones. Incluso se llegó a echar de menos a quienes casi un mes antes habían quedado excluidos de la lista de 23.
Pero luego no tardaron en cambiarse de acera sin ningún rubor. En la misma medida que el equipo nacional fue subiendo peldaños, cambiaron el discurso y estiraron el cuello para poder salir en la foto.
En el Valencia CF tenemos el ejemplo más reciente en Unai Emery, a quien se le pusieron mil peros, incluso cuando devolvió al equipo en la Champions, como mejor bloque de los clubs a los que la tele les pagó cien millones de euros menos que a los privilegiados que acabaron disputándose el título.
Pero el caso más sangrante en Mestalla concurre en Rafa Benítez. Como ahora con Del Bosque, el entrenador más laureado de la historia del club sufrió auténticos hachazos en la misma temporada en la que alcanzó el primero de los dos títulos de Liga. Luego, como ahora, todo fueron palmaditas en la espalda.
121. (Las Provincias, 14 de julio de 2010)

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