19/12/12

EL MESÍAS

Manuel Llorente se aferra al sillón. Esa fue la foto de la conferencia de prensa que ayer convocó a toda prisa el presidente presidencialista del Valencia para... ¿ratificarse en el cargo? Desde luego no quedó claro si fue para otra finalidad. De lo que no cabe duda es de que Manolo está convencido de que la solución de todos los problemas que rodean al club de Mestalla pasan exclusivamente por él porque asegura que hace tiempo que habría dejado el club si tuviera la seguridad de que con su salida se solucionaban los contratiempos deportivos y  económicos.

Las reflexiones de Llorente, a pesar de que los nervios le traicionaron en la dicción, mostraron a un dirigente que, con cara de haberse tragado muchos sapos, llevaba puesto el chubasquero para aguantar el chaparrón de preguntas que se le iban a venir encima. El presidente echó mano de una arenga populista: hay que apretarle las tuercas y exigir más responsabilidad a los jugadores y reclamar la máxima unión y el apoyo de la grada. Lo más importante es que desveló (aunque sin explicar a cambio de qué), que había pactado con Bankia una prórroga para hacer frente a la deuda que, avalada por la Generalitat, vence el próximo día 27.

Después de hacer un repaso de los logros en sus tres años y medio de gestión como máximo responsable (o único, porque al menos hasta ahora ha sido de los de "yo me lo guiso, yo me como"), en una especie de huida hacia adelante se autoproclamó como un  líder salvador; como un mesías que es capaz de conducir el rebaño por las regiones más inhóspitas y desérticas. Si no, ya se habría ido hace tiempo.

Llorente separó la crisis deportiva de la institucional. En este tiempo ha aprendido que si los resultados acompañan, los demás problemas se pueden difuminar. Y a ese clavo se aferra, aunque no debe desconocer que en las altas esferas ya ha habido un cónclave.
485 (Publicado en Las Provincias, el 19 de diciembre de 2012)

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