1/2/10

Karate y errores

Miguel Ángel Pérez Lasa estaba a nada. A unos pasos. De frente. Y no se enteró o no quiso verlo. El crono consumía los últimos segundos del partido y el árbitro de Andoain, como ni sabe japonés ni karate ni fútbol, pues seguramente le sonó a chino el 'yoko-tobi-gueri' de Palop sobre Villa. Total, que miró hacia otro lado mientas los valencianistas reclamaban el penalti y recriminaban la acción del portero de L'Alcudia.

Si el delegado arbitral hace un informe completo o los jefes de Pérez Lasa vieron el partido (lo ofrecía el Plus y se recreó en las repeticiones), a lo mejor, qué risa María Luisa, le meten una temporadita en la nevera. ¡Hala, chaval!, haz un paréntesis y dedícate un tiempo con intensidad a lo del reparto de material eléctrico y de fontanería para el sector de la construcción, que es tu profesión y de lo que sí debes de entender.

Dicho esto, sería de ventajista resumir en ese tremendo error del árbitro la derrota del Valencia en Sevilla. Pero, caray, fue tan de libro, y como antes ya pasó por alto que Zokora cometiera manos (hubiera sido la segunda tarjeta amarilla) y un derribo de Zigic dentro del área... Pues chirría.

Chirría tanto como el juego global del Valencia. En el Sánchez Pizjuán mostró su peor imagen como visitante y encajó la tercera derrota de la temporada.

Era un partido para salir disparado hacia arriba porque los resultados de Mallorca, Dépor, Getafe, Atlético y Villarreal jugaban a favor. Y con el Sevilla era un lance de siete puntos (por los tres que hubiera dejado dejaba de sumar el rival y el de la diferencia de goles). Al final el apurado 2-1 sólo sirve para estar por encima de los andaluces en el caso final de empate.

El Valencia fue el equipo vitamina. Dio vida al contrario. Demasiados errores e imprecisiones en defensa, concesiones de los dos tanques del medio campo (que en Pamplona y Bilbao dieron tan buen rendimiento) e ineficacia del ataque para incomodar a Palop... Aunque Unai se dio prisa en los cambios, esta vez fallaron los jugadores... y el árbitro.

52. (Las Provincias, 1 de febrero de 2010)

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