21/9/09

Sin Ever no hay paraíso

Así, no, y Emery lo sabe, aunque le cueste reconocerlo, bien porque no pueda o porque no deba decirlo públicamente. Pero él es consciente. Lo sabe, y muy bien. ¡Vaya que si lo sabe! Al entrenador del Valencia no se le puede escapar, ni se le escapa, que su equipo, ayer, fue mediocre y evidenció la necesidad de mantener un catalizador en el campo. Y evidentemente no apunto a sustancias acelerantes o retardantes, sino a la persona, en este caso al futbolista, cuyas intervenciones provocan y garantizan una reacción química en el grupo. Me refiero a ese jugador capaz de echarse el equipo a la espalda, a Ever Banega.
A Emery le vino muy bien que en la rueda de prensa posterior al partido con el Sporting le preguntaran si Ever había pedido el cambio, porque desde que el argentino salió del terreno de juego, el Valencia se convirtió en un alma en pena y dio vida a un rival muy peleón, que para eso tiene a Preciado en el banquillo.
Pues bien, el técnico de Fuenterrabía se cogió a ese clavo ardiendo (a que el chico había recibido una contusión en el glúteo) para no tener que dar explicaciones. Y dejó pasar la cosa, que no estaba el horno para bollos. Emery dio por hecho que había sido el propio futbolista quien reclamó la permuta, y aunque admitió la falta de fortaleza en el centro del campo como uno de los factores que influyeron en el empate definitivo ante un equipo que desde el primer tiempo jugó con uno menos, también se escudó en la ausencia de profundidad en la banda izquierda, como consecuencia de la lesión que sufrió Mathieu. Pero está claro que sin Ever no hay paraíso.
Si la línea de medios de un equipo es donde se cuece el fútbol, donde se genera el estilo que se va a desarrollar, la figura del centrocampista de creación resulta fundamental para nutrir a los atacantes que con sus goles alimentan la ilusión de la grada. Pero cuando no hay un "pasador", llegan los lamentos, como el del goleador Villa, que reconoció que con ese planteamiento no se va a ninguna parte. Lo que dijo debe entenderse como un aviso para navegantes.

1 comentario:

Luis F. González dijo...

Cuánta razón tienes!!! El rey de la excusas no tiene fin