Al fijar la vista en el partido que el domingo disputará
el Valencia en el Calderón, viene al pelo ese término tan coloquial como es el llamado "punto
de inflexión", aunque si en lugar de entenderlo como "un momento
crucial" –que es lo que en realidad representa– nos atenemos al valor que
conlleva, resulta que más que de un punto tendríamos que estar hablando de tres,
porque en realidad nos referimos a la posibilidad de lograr una victoria; es en
lo que sueñan todos los aficionados blanquinegros para ver como su equipo desplaza
al de los colchoneros y se afinca en la tercera plaza de la clasificación. ¡Menudo
golpe de mano a la competición!
Un punto es la ventaja que mantiene el Atlético de Madrid,
asentado temporalmente en ese escalón de privilegio, y por eso el resultado de
este encuentro, aunque ni se debe ni se puede calificar como definitivo para alcanzar
el objetivo final –ya que todavía quedarán por delante doce jornadas, que nada
menos que equivalen a 36 puntos en disputa–, sí que podría establecer un antes
y un después, y marcar eso que los ingleses llaman "tourning point", pues
la coyuntura invita a pensar que se trata de un momento clave en la temporada.
Incluso, al ser un enfrentamiento entre dos rivales tan directos, también
podría decirse que este es de esos partidos en los que la victoria entraña más
valor de los tres puntos, y no solamente por los que uno se apunta y otro deja
de anotarse; interviene también el aspecto anímico. Y habrá que ver, además,
cómo afrontan el duelo uno y otro equipo –los valencianistas llegan en mejor
momento, aunque el factor campo debe influir– y desde luego en qué medida afectan
a uno y otro equipo las ausencias de futbolistas fundamentales, especialmente la
de Griezmann en el Atlético y, si no hay recuperación de última hora, la del
central Otamendi en el Valencia.
En circunstancias así es cuando los más adeptos se aferran como
nunca a eso de que los resultados mandan, máxima futbolística que quienes
consideramos que por encima de cualquier marcador debe de prevalecer el
proyecto y el espectáculo, algunas veces tenemos que aceptarla y mantener
silencio, porque no es cuestión forzar argumentos cuando la realidad de los guarismos
se vuelven en nuestra contra. Es como aquello de que las finales no se juegan; las
finales se ganan.
Siempre se mantendrá la disyuntiva de qué es más importante, si el
buen juego o el resultado. Sin embargo ahora mismo en el valencianismo eso es
lo que menos preocupa. La realidad desplaza a ese dilema viciosamente circular,
porque la finalidad del juego es conseguir la victoria, y desde luego ganarle
al Atlético encumbraría al Valencia, que hasta hace bien poco miraba más lo que
podía hacer sus perseguidores, Sevilla y Villarreal –a los que a pesar de todo no
debería de olvidar– que lo que se estaba cociendo por delante.
571 (Publicado en Las Provincias, el 6 de marzo de 2015)
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