En el fútbol también hay machos alfa. Y machos beta y muchos machos omega. Como ocurre en cualquier orden jerárquico, en el deporte aparecen los diferentes roles que se utilizan en los estudios antropológicos, aunque solo se cita, porque destaca, el que alude al líder; al hombre de mayor relieve en el grupo. Los otros van de gris. Por ejemplo, Ronaldo y Messi personalizan al individuo dominante en sus respectivos equipos, Real Madrid y Barcelona. Son el prototipo. Pero además, en el mundo futbolístico, existen otros escalafones en los que de la misma forma aparece ese término de privilegio, como es en el caso de algunos entrenadores, e incluso de presidentes de clubes.
El concepto de macho
alfa, no obstante, se puede entender de diferentes formas, y además en algunas
ocasiones se interpreta erróneamente porque se trata de individuos que sin
llegar a alcanzar el caudillaje, desarrollan la patología de hacer ver al resto
de los mortales que ellos están por encima del bien y del mal. Son el
macho-macho. Sin ir más lejos es lo que ofreció el miércoles Mourinho cuando
culpó abiertamente a sus jugadores del batacazo continental que se había dado
el Chelsea. Y no se trata de un ejemplo aislado, porque en el fútbol ha habido,
hay y seguirá habiendo muchos casos más. Pero el macho alfa como tal, el
individuo con rango, que es respetado y seguido por el resto de la manada, es
otra cosa muy diferente. ¡Y lo sabes!, que diría Julio Iglesias.
En el Valencia hay más
de un aspirante a convertirse en macho alfa. En la plantilla, tal vez por tratarse de un equipo que está
moldeándose, no aparece un líder carismático como otro tiempo lo fue, pongamos
por caso, Mario Alberto Kempes. Sin embargo han surgido una serie de jugadores
que han ido adquiriendo un peso significativo, como son los casos de Javi
Fuego, que bien podría decirse que aunque en la sombra tiene mucha ascendencia
en el vestuario, o de Nicolás Otamendi, porque para los aficionados el defensa
argentino representa el prototipo de futbolista de raza, implicado y con
carácter. Los dos están en ese buen camino.
Si miramos en la
orilla social de la entidad también aparecen una serie de individuos con rango
y alta posición que son venerados por los aficionados. Sin embargo ser macho
alfa en el Valencia es un privilegio que ahora mismo podría decirse que solo lo
atesora Amadeo Salvo, y no me atrevo a decir que del todo. Aunque, eso sí,
desde que se inició el proceso de venta del club, el presidente ejecutivo
adquirió una condición que, si las cosas siguen como están yendo –y no tienen
porqué cambiar–, le conducirán a asegurarse ese epíteto.
572 (Publicado en Las Provincias, el
13 de marzo de 2015)
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