¡Pasen, señores pasen! ¡Entren, porque esto va de
entradas! Por un lado, la que restringe el Valencia para el acceso la junta
general de accionistas que celebrará el próximo día 20 de noviembre en el Palau de la Música, y por el otro las que despacha
el Levante para asistir el derbi local que tres días después se disputará en el
campo de Orriols.
Cada uno es dueño de su casa. Pero los dos casos de
entradas han puesto la polémica sobre la mesa. Ambos asuntos han supuesto cruzar
la línea roja que es una metáfora que últimamente ha adquirido tanto
protagonismo como escasa eficacia. Existen diferencias en lo de traspasar las
líneas que marcan límites de actuación y cada vez es más complicado llegar a un
acuerdo que contente a todos porque siempre acaba saliendo el discrepante de
turno que dice que bueno, que vale, pero que su vara de medir es otra distinta.
En su derecho como sociedad privada, el Valencia ha
marcado una serie de requisitos para la inmediata junta de accionistas. Una serie
de normas que a lo mejor en Singapur están a la orden del día, no te digo que
no. Pero aquí, después de tanto empalago con la palabra transparencia, los
blindajes desencadenan críticas y pataletas. A uno, que con los años disfruta cada
día más del "animus jocandi", lo de prohibir la retrasmisión de la
junta o limitar la asistencia de un sólo periodista por medio de comunicación, no
es que le suene a un veto sin precedentes, es que le parece una proclama
Goebbeliana. Pero, bueno, están en su derecho.
La discusión sobre las entradas del derbi radica en el
precio que el club azulgrana ha fijado para las 1.500 localidades que destina a
los aficionados rivales y al supuesto pacto por el que la cantidad a pagar
debía de ser de 15 euros en lugar de los 30 que se han establecido.
Por mucho que se pueda pensar que los pactos se
sobreentienden, siempre deberían de suscribirse para luego poder pisar firme. Entre
el Valencia y el Levante no existe desde hace tres años un acuerdo verbal en
eso de fijar los precios. Ha habido de todo, como en botica. Y ahora el consejo
levantinista se apoya exclusivamente en el punto de equilibrio en que se cruzan
las curvas de la oferta y la demanda, porque pretende hacer caja como cualquier
otro club que recibe la visita de un equipo de mayor enjundia.
Es su derecho, de la misma forma que lo tiene el consejo del Valencia para, como ha anticipado
a modo de protesta o medida de presión, no acudir al partido de Orriols. Pero
cada uno en su casa... ¡Hala!, como si las cosas no estuvieran
suficientemente tensas, ¡échenle más madera!
560 (Publicado en Las Provincias, día 14 de noviembre de 2014)
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