El
mundo vive acelerado. Deprisa, deprisa, como en la película de Saura. En esta
carrera de obstáculos no conviene detenerse porque el que no corre, vuela. ¡Hala,
hala! Máxima celeridad. La hemos vivido en el reciente relevo generacional que
se ha producido en la banca; hace bien poco también se dio en la realeza; de
igual forma tuvo lugar en la Iglesia, y más y numerosos cambios que se avecinan
en la política.
En
el Valencia también hay prisas en renovar a Paco Alcácer, y eso no es malo, porque
luego pasa lo que pasa, que ejemplos hay, ¿eh? Ahora bien, donde no se aprecia tanta
urgencia es en los despachos de Bankia y en los de Meriton Holdings Limited,
aunque a lo mejor cuando el lector haya llegado a estas líneas los
representantes de Peter Lim y los abogados del banco intervenido ya han
alcanzado el definitivo acuerdo.
Pero
no creo porque aún hay mucha tela que cortar. Que si el pago de los 230
millones se fracciona en tres tramos, que si las carencias, que si las garantías,
que si la capacidad de endeudamiento, que si la suspensión del PAI de Porxinos,
que si la sentencia del Tribunal Supremo, que si el OK del Protectorado de
Fundaciones, ¡que si quieres arroz, Catalina...! Imagino las reuniones en una
especie de camarote y que entre discusión y discusión, propuesta y
contrapropuesta, alguien reclama unos cafés "¡y dos huevos duros!"
Ante
tanta demora, y ahora que estamos hablando de huevos, ¿por qué para, al menos adivinar lo que puede
tardar este asunto, no se echa mano de la bruja Adelina? Sí, esa a la que dicen
que tanto se aficionó Jordi Pujol porque, como pitonisa de cabecera, le pasaba unos
huevos duros por la espalda para alcanzar limpiezas espirituales y a la vez que
le daba respuestas acerca de asuntos familiares y de gobierno.
¿Qué, qué? Bueno, a lo mejor no fue tan eficaz, porque no llegó a advertirle de
algo que a él se le pasó por alto durante años y años.
Aquí no hay brujas ni quieren que nada pase por alto. La
negociación para la vender el Valencia no es como ir a la segunda plata del
Corte Inglés y pedir una camisa de la talla 42. Los que negocian, para
escudarse en las demoras, suelen decir que todavía quedan flecos. Complicada,
sí, pero no como la que el club ha de abordar de inmediato. La de Alcácer, que
decíamos antes. Eso sí que ha de ser cosa de una tarde, porque esta perla de la
cantera que termina su contrato en 2016 quiere quedarse y el Valencia quiere
que se quede. Hay que cerrar el acuerdo ya y, ¡virgencita, virgencita!, desear
que luego no aparezca el listillo de turno y diga tal club ofrecía el oro y el
moro y que era necesario el traspaso. También hay muchos ejemplos. Ahora, que,
si entonces el club ya es definitivamente propiedad de Peter Lim, pues ni
cantera ni cantero, que ya se sabe que donde hay patrón el marinero tiene poco
que decir.
552 (Publicado en Las Provincias el 12 de septiembre de 2014)
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