3/11/10

La mejor medicina

Ahora qué pasa, que el equipo ya es bueno? De momento el Valencia ha conseguido levantarse y encima ha dado un paso de gigante en la Liga de Campeones. Ha revertido una situación agónica, y de estar contra las cuerdas ha pasado llevar la iniciativa. Ha tomado aire y ha vuelto a ser un bloque con actitud. Un grupo que ha mostrado ganas de recuperar la senda de la coherencia. Con el 3-0 frente al Rangers todos los temores y fantasmas que le rodeaban en las últimas semanas desaparecen como por arte de magia.
Cuando comenzó la temporada y el Valencia iba viento en popa, algunos aficionados se dejaron llevar por una ilusión colectiva y no tardaron en convertirse en ingenieros de obras públicas que, sobre el trazado de los buenos resultados, proyectaban repetidos arcos de triunfo. En la medida en que el equipo se afianzó en la cabeza de la clasificación, una tras otra se fueron levantando las construcciones, y la mirada cada vez iba más arriba.
Era el 'yes, we can' de quien en un pasado reciente había disfrutado de títulos y no se resigna a la simple añoranza. Quería reeditarlos. Volver a disfrutar. Y pensó que puede hacerlo. Sin embargo, como ocurre con el tiempo, en ocasiones tan inestable, después de la euforia inicial llegaron varios tropiezos consecutivos y aquella imaginación se transformó en indignación. «Este no es mi Valencia, que me lo han cambiado», se lamentaban los seguidores.
En esta ocasión no fueron alteraciones en las neurotransmisiones cerebrales lo que provocaron el inmediato paso de la euforia a la depresión. ¡Qué va! El trastorno bipolar se originó por los malos resultados que, como dice un buen amigo, arrancaron en los últimos minutos del primer tiempo del partido del Camp Nou, cuando Pablo Hernández pudo machacar pero fue incapaz de subir el 0-2 al marcador.
Después llegaron las indigestiones en Ibrox Park y en Mestalla frente al Mallorca y Zaragoza, apenas aliviadas con el 'almax' copero de Logroño. El 3-0 de ayer ha sido la mejor medicina para el enfermo. El Valencia vuelve a respirar, pero le queda un largo camino por delante y no se puede detener. Ha de seguir mirando al frente
169. (Las Provincias, 3 de noviembre de 2010)

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