
Lo leo en El País del domingo (26-10-2008), ilustrado con esta entrañable fotografía. "Yo he salvado una vida y he creado otra, ¿qué más quieren, qué más se me puede pedir?", dice Esther, una madre que engendró a la pequeña
Izel para salvar a su hija
Erine, cuando falló la búsqueda de una médula ósea que pudiera tratar la grave
leucemia que padecía. Las células del cordón umbilical de
Izel sirvieron para dar vida a su hermana.
¡Bravo, Esther! ¿Y que tú, madre, tengas que escuchar sandeces de algunos que presumen de tener alma? ¿De los fariseos que se amparan en una ética absurda y caduca? ¿De los que para
cuestionarte se otorgan derechos en nombre de me importa un pito quién? Puede ser que esos individuos tengan alma, pero dudo que tengan dos dedos de frente y mucho menos, una pizca de humanidad. Esos teólogos deberían de ser más prudentes y permanecer callados porque pueden cabrear a su dios. Y si se enfada, a ellos si que les manda de un plumazo a las calderas de Pedro Botero
per saecula saeculorum.
El Averno, como saben todos los especialistas doctrinales, no es una invención de Dante ni una metáfora. Y por si quedaban dudas, ya se encargó de disiparlas
Ratzinger Z. Como el pontífice es infalible, debe existir el orco, y aunque en invierno no se debe estar mal del todo, es en pleno verano... ¡Uf! Aunque seas amigo del Maligno y
Belcebú te haya buscado un
rinconcito con un poco de sombra o corriente de aire, si te sale un día de poniente vas apañado, porque debe de resultar mortal.
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