Como ocurre con las cosas de palacio, el
acuerdo que espera el valencianismo va despacio; probablemente demasiado
despacio. Y tal vez no debería de haber utilizado el término valencianismo en
esta frase, porque sin necesidad de hacer una encuesta o un referéndum, consta que aún se escuchan voces discordantes. Desde las de los que quieren
saber más de los términos de la venta y no lo saben; las de los que querían
meter cuchara y no han podido, o no les han dejado; las de los escépticos
patológicos, y la de alguno que, como Javier Tebas, se ha metido en un charco
aparentemente sin ninguna necesidad o, mire usted, voy a ser malpensado y diré
que puede ser que las dudas que el presidente de la LFP ha mostrado con Peter
Lim estén en relación directa a hacerle el juego a algún amiguito de los que
tiene. Porque, no nos engañemos, en este mundillo del fútbol –aunque aparece un
elevado número de protagonistas que da la sensación de que piensan poco o
nada lo que dicen– muchas de las cuestiones que se tratan no se dicen
simplemente porque sí.
En este mismo palco no hace mucho que
hablamos de la dietrología, esa pseudociencia que inventaron los italianos para
explicar lo que no tiene explicación. Y es que si la operación
Valencia-Bankia-Lim puede ofrecer lógicas dudas a los que desde fuera
apoyan el proyecto de Salvo –y aunque la chequera abierta de Lim les ilusiona
quieren saber más–, y genera malestar en los que no han podido mojar el
cruasán, da que pensar que el dirigente de la patronal futbolística se haya pronunciado
como lo ha hecho, porque además, en esta operación este señor toca de oído.
Las cosas de palacio van despacio y lo que
a mí me hace torcer el bigote no son las críticas que llueven del tal Tebas o
de los que se han quedado compuestos y sin novio. Es que la cosas vayan
demasiado despacio, que falte luz y sobren taquígrafos y, desde luego, que el
presidente de Bankia diga que el acuerdo es más beneficioso para el Valencia
que para las dos partes que negociaron la adquisición. Porque eso, señor
Goirigolzarri, es demasiado bonito. Ahora, más que nunca, la prudencia ha de
seguir siendo la madre de todas las virtudes.
545 (Publicado en Las Provincias, el 13 de junio de 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario