12/5/10

Manolo, Unai y Rubén

Unai se ha convertido en una especie de sinónimo de prudencia. En las últimas horas destila toda la cautela que le ha faltado a Manuel Llorente. El entrenador del Valencia está dando muestras de madurez en la misma medida que el presidente provoca sobresaltos. Imagino que cada vez que alguien le encara un micrófono, a su director de comunicación, Damiá Vidagany, le debe de subir la bilirrubina.
Ni Manolo estuvo afortunado en demorar hasta hace cuatro días la propuesta de renovación del entrenador ni al anunciar la despedida de Rubén Baraja, aunque las malas lenguas aseguren que, como es tan hábil, se puede interpretar que se trata de polémicas programadas. Los muy malos dicen que a Manolo le convienen para distraer la atención y evitar que se hable, por ejemplo, de que la venta de la parcelas de Mestalla sigue siendo una asignatura que no aprueba ni a la de tres. De momento le va a quedar para septiembre y si no cambian las cosas, la arrastrará en el nuevo curso. El sistema docente funciona por créditos, pero esa es una troncal y hay que aprobarla.
A pesar de la predisposición de Unai, se mantienen las dudas sobre el desenlace, y persiste la censura por la forma de anunciar que Baraja no renovará, aunque muchos no dudábamos de que su continuidad fuera una utopía, por mucho que él abriese puertas y cambiara su semblante díscolo e ineducado por la sonrisa. Lo habitual en estos casos.
Baraja fue uno de los protagonistas del equipo tiempo atrás. Pero a punto de los 35, poca continuidad por las lesiones y su estado de forma, y una ficha de más de tres millones de euros...¿qué quieren que les diga? El Valencia no es una ONG y ha de mirar el futuro, aunque hubiera estado bien conocer previamente la opinión de Unai, por si él sigue.
94. (Las Provincias, a 12 de mayo de 2010)

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