31/5/10

¡Cuerpo a tierra!

Mi amigo el valencianista, al que en otras ocasiones he traído hasta aquí, estos días anda el pobre muy preocupado por el asunto de las acciones de la Fundaciò Valencia Club de Fútbol. Le inquieta que la Comisión Nacional del Mercado de Valores siga sin dar luz verde para que una parte de esos títulos se pueda vender y transferir a los llamados pequeños accionistas.
Yo le digo, y él asiente, que su intranquilidad ha ido en aumento en la misma medida que se han acabado las competiciones, aunque la cuenta atrás del Mundial de Sudáfrica camine a pasos agigantados. La alarma se debe a que dispone de más tiempo para hablar y pensar en cosas que no sea siempre un gol o un fuera de juego o, como en los últimas días, en la posibilidad de que el Valencia decida traspasar a David Silva.
A mi amigo no le conforta que Manuel Llorente haya intentado transmitir calma. Dice que ya ha escuchado demasiadas palabras y no se refiere que el presidente diga que el zurdo de Arguineguín es el jugador más valioso del fútbol español. Él mira hacia otro horizonte.
«Antes de que termine la temporada tendremos el permiso del Protectorado, que es lo importante para vender las acciones», aseguró Llorente y mi amigo responde con escepticismo. No tiene fe en el Patronato de la Fundaciò. «Es como una marioneta de Herta Frankel», dice, y observa que en el entorno de la sociedad blanquinegra se empiezan a adivinar determinados movimientos que probablemente conduzcan a poco o nada, pero que deben de incomodar a los que mandan. Son voces entre bambalinas de quienes pretenden el ansiado proceso de democratización de la sociedad y algunos, de paso, también un sillón. El runrún no cesa, está ahí, a modo de las hordas de un mismo partido.
«¡Cuerpo a tierra, que vienen los míos!», es un latiguillo que acuñó Luis Ramallo hace unos años, cuando estaba en política. Lo pronunciaba con sorna cada vez que se encontraba por la calle con gente de su partido. A lo mejor en el Valencia alguno va tener que hacerlo suyo.
102. (Las Provincias, 31 de mayo de 2010)

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