8/2/12

El día en que a Pep le costó salivar

Muchos lo han calificado como el partido de la ilusión. Y para el Valencia hay que aceptarlo así, siempre que se utilice el término como sinónimo de anhelo y no de esperanza infundada. Es un partido de optimismo, de creencia y de certidumbre. Delante está el Barça, al que se le ha bautizado como mejor equipo del mundo. Seguramente lo es. Pero no todos los días se presenta la posibilidad de alcanzar la final de Copa, y si mejorar el tercer puesto de la Liga hoy por hoy es una quimera, a un partido el Valencia está perfectamente capacitado para dar la campanada. Eso sí, mientras no se duerme en la segunda parte, como en otras ocasiones, y acabe besando la lona. Se puede caer, claro, pero con dignidad.

La máxima presión es para los catalanes, porque llegar a la final es más que una obligación para ellos (porque aunque queda mucho campeonato, el Madrid ha enfilado la directa y a ver quién le coge) y el Valencia no debe de desaprovechar la oportunidad de hacer historia. Ha de salir a ganar y eso es tener las cosa todavía más claras, si cabe.

Todo el mundo sabe que los últimos resultados en terreno azulgrana han sido negativos. Las estadísticas no son favorables. Pero aparte de que lo que realmente cuenta es el presente, recordemos que en la inmediata anterior visita, al filo del descanso Pep tuvo que aflojarse el nudo de la corbata para salivar bien. A ver si se repite.

Un millar de aficionados, a pesar de la que está cayendo en el plano social, que no es poca, hoy, un día laborable, arroparán al Valencia en el Camp Nou. A esos, como al centenar de seguidores que ayer acudieron a Manises para despedir al equipo, no se les puede llamar soñadores. Tienen ilusión. Creen. Como muchos creyeron en el "yes we can" que parecía un imposible.

Hay que aferrarse al dicho de "el no ya lo tengo y voy a por el si". Porque es posible. Si ayer en la terminal de Manises hubo un centenar de valientes dando ánimos, ¿qué puede ocurrir esta madrugada si el Valencia logra el objetivo?

359 (Publicado en Las Provincias el 8 de febrero de 2012)




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