A lo mejor es cosa de los calores,
pero estamos a la que salta. No nos callamos por nada. Como es una tras otra,
llega un momento en que decimos, "¡Hasta aquí hemos llegado!" y nos
vamos derechitos hacia el chiringuito más próximo para tomarnos una caña
reconfortante y a discutir con el vecino de sombrilla sobre lo que seguramente
importa de verdad: la liga que mueve el mundo, los derechos televisivos y
horarios de los partidos.
-Algunos empezarán un día y terminarán
al siguiente...
-¿Han cambiado el reglamento?
Seguro que le preguntamos a alguien de
la junta directiva del Orihuela asegura que sí, que allí están que trinan con
la Federación de Villar.
El fútbol, como muchas otras cosas de
la sociedad, está para que se le dé una vuelta hasta los forros. Lo de los
partidos a las once de la noche (esta vez la toca al Levante y la semana
próxima al Valencia) es para que se lo hagan ver, aunque cuenten con la
bendición del Cardenal.
Hace unos años un dirigente del
Valencia justificó los partidos que empezaban a las diez y media de la noche
con los datos estadísticos de mayor afluencia de aficionados. Explicaba que los
que comenzaban un día y acababan en la madrugada del siguiente, registraban
mejor asistencia de público porque ese horario facilitaba la presencia de
seguidores que debían de desplazarse desde diferentes poblaciones. Aparte
añadía la nota picarona de que ese horario servía de coartada para una
hipotética posterior paradinha en algún bar de "llumenetes".
Ahora es un despropósito, como la
ausencia del fútbol en abierto. Hasta ayer estábamos incluso a vueltas con una
tradición como la del fútbol en abierto, porque Presidencia todavía ha de
aprobar el catálogo de acontecimientos de interés general para la sociedad que
antes dejaba tan claro la Ley Audiovisial. Aunque un amigo mío dice que no es
para tanto; que basta con mantener la afición que durante los Juegos de Londres
hemos demostrado por deportes ajenos al fútbol, y llenar pabellones.
435 (Publicado en Las Provincias el 17 de
agosto de 2012)
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