Aunque habrá que esperar a la junta general para analizar las cifras con las cuentas en la mano, y dejar pasar las semanas para enjuiciar el rendimiento deportivo, de momento la situación invita a confiar.
En otras circunstancias, los fichajes de Víctor Ruiz y Barragán acapararían toda la atención, pero el debate en la calle es otro, creo yo que con las iras contra la LFP asomando en el horizonte.
Las recientes goleadas del Madrid y Barça han servido para cargar las escopetas. Hay que posicionarse. No hay eclecticismo que valga. O estás conmigo o estás contra mí.
Unos defienden que la española es la mejor liga del mundo y otros la califican con el máximo desprecio. Molesta la situación de superioridad de dos clubes que si llevan la voz cantante es porque, aparte de tener más dinero y respaldos financieros por su capacidad de endeudamiento con la aquiescencia de comparsas que ahora ponen el grito en el cielo, se han beneficiado en el reparto de los ingresos de TV.
La Liga está desvirtuada, prostituida y todo lo que se quiera decir. Pero no hay nada nuevo. Basta echar un vistazo a la historia de la competición para comprobar que desde que empezó el torneo, allá por la segunda década del siglo pasado, Madrid y Barça han acaparado títulos con porcentajes abrumadores.
Desde hace tiempo oigo decir que ser tercero es a lo máximo que se puede aspirar. El Valencia, sin perder el paso, ha de estar en esa senda, a punto, y siempre atento para dar el zarpazo en cuanto aquellos aflojen. Como en 2002 y 2004. De momento no hay otra.
292. (Publicado en Las Provincias, el 31 de agosto de 2011)
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