No es la primera vez que los futbolistas se plantan ante la patronal. En unos casos por las deudas y en otros por el convenio colectivo y el fondo de garantía salarial. Pero hace unos meses fue al revés. En abril, Astiazarán, que ahora critica el ejercicio de presión, lo hizo suyo (arropado por Roures), para tratar de cargarse la Ley Audiovisual.
La génesis de la anunciada huelga de futbolistas se encuentra en la alegría de gestión de unos dirigentes que malgastaron lo que no era suyo y siguen haciéndolo. El Valencia lo ha vivido muy de cerca en un pasado reciente y bien que lo está purgando, aunque curiosamente nunca ha reclamado responsabilidades societarias, que esa es otra.
Cuando en los ochenta el Gobierno salió al rescate de los clubes de fútbol, la deuda que los equipos habían acumulado hasta ese momento sólo representaba la punta del iceberg con el que ahora ha colisionado el trasatlántico llamado deporte rey. Poco tiempo después del primero, con el segundo plan de saneamiento hubo un nuevo aviso. La pelota cada vez se hacía más grande. Luego, repetido toque de clarín con la Ley del Deporte de 1990 al aprobar la conversión de los clubes en sociedades anónimas. Pero nada cambió. La misma irresponsabilidad. Todo continuó igual o peor y ahora mismo, mientras las listas del INEM aumentan y aumentan, este toro está a punto de acabar en el corral.
285. (Publicado en Las Provincias, el 15 de agosto de 2011)
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