Sucede que unas cosas calan y otras no. Por ejemplo, la marcha del futbolista asturiano no gusta, pero se admite sin más porque el chico se ha hecho acreedor a una mejora y además a las arcas del Valencia le vendrán muy bien las libras de Roman Abramovich.
Lo de la huelga de futbolistas es también cuestión de euros, pero ya no tiene el color transparente. Para el personal se hará raro un domingo sin fútbol de Primera y Segunda, pero como el paro está siendo como es, pues como que no le llega. Con la Segunda B en marcha (es la categoría con más jugadores afectados por las deudas de los clubes morosos), con Supercopas, entrenamientos y clasificaciones europeas por medio y ni un comentario sobre piquetes, esto ni es huelga ni es 'ná'. La huelga es otra cosa. Desde la general a la japonesa, pasando por la de brazos caídos, de celo o de hambre, y no esto de sí pero no, sino todo lo contrario.
Dicen que los futbolistas van codo con codo (ya vimos los codazos en la Supercopa) aunque mientras unos se entrenan otros pasan el fin de semana en Ibiza y, desde luego, a nadie de los ilustres que secundan la reivindicación se le ha pasado por la cabeza decir algo así como «ya que con un uno por ciento de lo que yo cobro se puede tapar el agujero que han dejado los clubes, ahí van mis euros para que no paséis apuros hasta que los morosos paguen todo lo que deben y purguen sus deudas».
La economía, como ha dicho el Santo Padre, necesita una razón ética para funcionar. Y en el fútbol, salvo muy raras excepciones, como es la salida de Mata, resulta muy difícil encontrarla.
288. (Publicado en Las Provincias, el 22 de agosto de 2011)
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