El Gobierno, no lo sé, pero el Valencia ha de afrontar 2013 con la necesidad de un rescate.
Se le ponga el nombre que se le ponga. Rescate, ayuda, salvamento,
apadrinamiento... Y además la exigencia reales la de un rescate doble. El
deportivo y el económico.
En la Liga la plantilla ha de espabilarse ligerito porque a
punto de cruzar el ecuador del torneo, aparece lejos de los puestos de cabeza,
que son los que dan opción a disputar la Champions. Y nadie se olvida de que la
competición europea, aparte de prestigio, proporciona una inyección de euros
que es fundamental para la subsistencia de la sociedad, cuyo capítulo
financiero todos saben también que es preocupante.
El cuestionado Llorente aseguró hace un par de semanas que el
club había recibido un par de muletas para ir tirando durante los próximos tres
meses y encontrar soluciones que, desde luego, no están a la vuelta de la
esquina. Es la prórroga que concedió Bankia para el pago de la parte principal
de la deuda, que ronda los 370 millones de euros. Un respiro, sí. Pero a ver
cómo se logra bajar esa cifra cuando ya no son posibles las ampliaciones
ni aparecen Villas, Silvas, Matas o
Albas de los que echar mano.
Lo de los mayas fue tontería, pero el horno sigue para pocos
bollos. Fichajes, economía, parcelas, nuevo estadio, Fundación... Esta noche,
cuando tomemos esas magníficas uvas del Vinalopó que simbolizan la abundancia y
dicen que hay que pedir un deseo por cada una de ellas, seguro que los más
valencianistas lo harán pensando en el equipo de sus amores, porque buena falta
le hace.
489 (Publicado en Las Provincias, el 31 de diciembre de 2012)
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