¿Cuál habría sido la reacción de los protagonistas en el
supuesto de que hubiera imágenes de los hechos? Probablemente los increpantes,
como en aquella ocasión hizo el pícaro Arajarvi, mirarían hacia otro lado,
hacia el techo, tratando de disimular su actitud desafiante, y el ex dirigente, para evitar lo que nunca debe
de ocurrir en un club que se precie, se
ajustaría a corbata y haría la vista gorda sin dar el menor valor al
menosprecio.
Puede resultar comprensible que la esposa de un presidente
llegue a perder la compostura por proteger el cargo que ocupa su marido. Pero
aparte de inadmisible, resulta muy sospechoso que alguien ajeno al club (porque
la Fundación es ajena al club, ¿o sí?), en el antepalco de Mestalla se
pronuncie con altanería y desconsideración con un ex presidente porque ese ha
discrepado con el actual, y que además amenace al director de relaciones
externas cuando trata de frenar su vehemencia.
Cuando los nervios están a flor de piel es porque las cosas
no van como deberían. Y cuando se levanta la voz para demostrar que se tiene la
razón, se pierde. En este Valencia se
viven momentos de atracción fatal. Todos quieren mucho al club, pero cada uno
rema hacia su orilla. Los responsables (el presidente y el consejo, o sólo el
presidente, porque él ha dejado muy claro quién
toma las decisiones) deberían de analizar lo ocurrido, que es una gota
más en un vaso que está desbordado. Y los patronos de la Fundación también
deberían de analizar comportamientos y exigir responsabilidades.
487 (Publicado en Las Provincias, el 24 de diciembre de 2012)
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