Sin embargo
el presente obliga a poner los puntos sobre las íes. No se pueden negar las
evidencias y el Valencia ahora mismo es un avispero. En lo deportivo han de ser
los futbolistas quienes de una vez por todas hablen en el campo para evitar que
nadie vuelva a calificarles de mercenarios. Pero a la vez, para desmentir que
el vestuario sea una torre de Babel donde
predominan las cuadrillas, aunque eso es difícil de rebatir. Ahí es
donde el nuevo entrenador tendrá que poner mayor énfasis, con el objetivo de
bajar del pedestal a alguno que se ha subido en él y espabilar a quienes desde
abajo hacen de palmeros. Aunque, no nos engañemos, todo esto no es más que un árbol
que impide ver el bosque de despropósitos de una organización deportiva que
desde hace años está pidiendo un cambio profundo.
Lo social
tampoco se queda rezagado. Apenas hace tres semanas Llorente admitió que lo que
había faltado en el club era una buena comunicación. Sin embargo fue una
declaración de intenciones de tinte político ya que de momento la luz y los
taquígrafos no se han visto por ninguna parte. Por ejemplo, se han desvanecido
las explicaciones oficiales sobre qué ha ocurrido o va a ocurrir con el pago
anual que no ha podido afrontar la Fundación que preside el consejero Piles, y
se percibe el tufillo de Manolo va a hablar menos de lo justo sobre qué
respuesta dará el club a la deuda que tiene con la nacionalizada Bankia.
Unos deben
de hablar en el campo pero los otros deberían de hacerlo con los socios, pero con
mayor frecuencia y, sobre todo,
claridad.
479 (Publicado en Las Provincias, el 5 de diciembre de 2012)
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