Cuando no es
la LPF, es decir el señor Roures, es a la Federación a quien le corresponde
determinar a qué hora hay que jugar los partidos de Copa. Y el asunto acaba
siendo de locos por los tremendos contrasentidos que presenta. Si en la Liga
hay hasta diez horarios distintos para que no coincidan encuentros y las teles
puedan recaudar desde el viernes hasta el lunes, en la Copa no ha sido
casualidad la concomitancia de los
duelos del Valencia, en Mestalla (con el Llagostera) y del Levante, en el
estadio Ciutat de València (con el Melilla), o los Barcelona-Alavés, en el Camp
Nou, y Espanyol-Sevilla, en Cornellá-El Prat.
"Parece
que esos horarios los fijó una agrupación de esposas antifúlbol", aseguró
con ironía un amigo, antes de conocer que en Orriols hubo en torno a once mil
espectadores y en Mestalla no pasaron de nueve mil, a pesar de los centenares
de entradas de regalo que repartió el club.
Está claro
que el Llagostera no es un rival que tenga tirón y menos cuando la eliminatoria
estaba "resuelta" desde el partido de ida. Pero si la Copa de por sí
ya interesa bien poco en el formato actual (al menos hasta que lleguen las
semifinales), con los horarios coincidentes se ha dicho que lo que no interesa
es que la gente acuda al campo.
477 (Publicado en Las Provincias, el 30 de noviembre de 2012)
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