Hace apenas
cuatro años el Valencia fue tan moldeable como el agua que decía Bruce Lee.
¿Recuerdan? "Be water, my
friend". Aquello de que lo ponías es una botella y se convertía en
botella, o en una taza, y en taza. Que fluía y que podía aplastar. Quedaba por
llegar la gota fría del crudo invierno que decía aquel, pero en la jornada octava
el equipo era un líder que ilusionaba, aunque en esa campaña terminó en una
discreta sexta posición.
Ahora esto
no ha hecho más que empezar. Sólo han transcurrido diez jornadas pero en ese
exiguo recorrido, y aunque había pasado la tormenta del Madrid y Barça, el
Valencia miró más veces al retrovisor que hacia adelante. Con el triunfo ha
recuperado el pulso de la Liga. ¡Señor mío, lo que puede hacer una victoria o a
dónde puede conducir una derrota! Esta semana el equipo hizo bien los deberes y
además salió beneficiado porque hubo otros que no se supieron la lección.
Antes del
partido del sábado sólo se veían las orejas del lobo. La confianza es
importante, pero tal como estaban las cosas el peso de la razón superaba al de
la esperanza. El Valencia de Pellegrini, con el agua al cuello, necesitaba
poner bastante más que la casta para
esquivar la embestida del vice líder Atlético. Y eso es lo que hizo. Puso más
fútbol. Fue equipo y el resultado le ha dado aire fresco.
El Valencia
ha recortado distancias y se ha situado a seis puntos de la tercera plaza que
estos últimos años parecía tener adjudicada en propiedad, y que hacía que desde
el primer momento se estuviera hablando de más y echando de menos a un
entrenador al que hace cuatro días se le negaba el pan y la sal. Claro, que al
fin y al cabo el fútbol se reduce a simples cifras. Tanto en lo deportivo como
en lo económico siempre prevalece la cuenta de resultados. La cuestión es que
el agua corra, fluya y nunca se estanque.
466 (Publicado en Las Provincias el 5 de noviembre de 2012)
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