26/11/12

UN EQUIPO PARA EL DIVÁN

El Valencia es como aquel extraño caso de Stevenson, porque también muestra dos caras. Eso es una realidad. Hay demasiadas pruebas de la transmutación. Ahora sí, ahora no. Parece un equipo con trastornos disociativos de la identidad. Un Valencia de sicólogo. En Málaga ya tocaba, porque después de ofrecer la mejor cara ante el Bayern, la del genio y del compromiso, había en juego más que tres puntos. Pero, ¡qué va! Esta vez la cara fue... demasiada.

Se suele decir que con el paso del tiempo de un partido solo queda el resultado. En la retina no hay demasiado espacio como para ir más allá de los guarismos, pero de este van a quedar más cosas y eso que, como la memoria es selectiva, sólo acentúa los recuerdos agradables. Por ejemplo, hasta ahora de La Rosaleda los aficionados evocaban el encuentro de hace diez años y los dos goles que marcaron Ayala y Fabio Aurelio. El 0-2 que a una jornada del final del torneo sirvió para que el equipo se proclamase campeón de Liga 31 años después del anterior título.

Incluso, sin echar mano de hemerotecas, bastantes seguidores apuntarían que el árbitro de entonces fue Pérez Burrull, que Joaquín Peiró entrenaba al Málaga o que en aquel partido Djukic participó solo un minuto en sustitución de Pellegrino. Y, ahora, ¿de  qué se van a acordar? Pues de la generosidad de los defensas valencianistas, del desaparecido Banega, de la nulidad de Valdez en los desmarques, de las habilidades de Isco, Portillo, Joaquín, Saviola, Camacho... 

Algunos especialistas en esto de la memoria dicen que aferrarse en exceso a los recuerdos puede llegar a generar rupturas con la realidad. Y a lo mejor es lo que le pasó al Valencia, que viajó a Málaga con la obligación de dar el paso adelante (que ya va siendo hora) pero lo hizo demasiado arropado por las alabanzas tras el partido con el Bayern y por los recuerdos. Por eso ahora le va a costar digerir la goleada, aunque más que por la humillante cifra, porque el equipo rozó el bordeline, el trastorno de identidad.
 
475 (Publicado en Las Provincias, el 26 de noviembre de 2012)

 

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