Los veranos suelen traer siempre las mismas cosas. Lo clásico. El calor, los posados de la Obregón, las canciones pachangueras y los fichajes y traspasos, aunque cada dos años, unas veces por la Eurocopa, como ocurre ahora, y otras por el Mundial, esas maniobras de los clubes se desenvuelven con menor presión mediática y adquieren menor relevancia.
Para tranquilidad de secretarios técnicos o de los presidentes que ejercen de directores deportivos, que los hay, ahora mismo todo el personal tiene la nariz pegada al plasma, pendiente de lo que haga o deje de hacer la selección española, y observa de soslayo cuanto ocurre en su club, aparte de que hasta ahora haya ocurrido bien poco.
Esa calma chicha permite que el trabajo resulte más sosegado, aunque en el Valencia parece que Manuel Llorente está de los nervios. El otro día, cuando en un restaurante del barrio de Pedralbes se encontró con varios cámaras de televisión, pendientes de su cita con los técnicos del Barça, puso el grito en el cielo. Sería una filtración, sí, pero es que el presidente debe de saber que hay periodistas que no trabajan sólo a base de los comunicados que envían los clubes.
A lo mejor es que a Llorente le inquieta que pueda estropearse el traspaso de Jordi Alba, por la obligación de recaudar en torno a veinte millones de euros. Claro, aunque sólo se trate de un rumor, cuando lea que el Barça medita para el lateral zurdo la alternativa del defensa del Villarreal Joan Oriol, se debe de echar las manos a la cabeza.
En la otra parte de la balanza, al Valencia le colocan muchos objetivos. Que si "Burrito" Martínez, que si Álvaro Vázquez, que si Iago Aspas, que si Dídac Vilà… En cualquier caso el club está obligado a encontrar algunos relevos. Debe de partir bajo la premisa del “bueno, bonito y barato”, pero también con la sana obligación de ilusionar a los aficionados para que respondan en las taquillas y renueven sus abonos. La calma chicha favorece.
411 (Publicado en Las Provincias, el 15 de junio de 2012)
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