Está claro que Unai se equivocó ante el Mallorca, pero eso no significa que haya que lapidarlo. Hay que hablar de accidente. Además, es bueno que después de la derrota entonara el mea culpa sin mirar a sus jugadores, aunque podía haberlo hecho perfectamente porque, a pesar de que las actitudes están ligadas al estado de ánimo de los futbolistas, la disposición también es obligada. Tan preceptiva como debería ser lo de lavar en casa los trapos sucios y no airear asuntos sin sentido. Por ejemplo lo del 4-3-3, siendo que el equipo jugó con dos centrocampistas y un enganche. Ya sabemos que el elegido no pisa el área por si se rompe; pero su función no era la de desenvolverse de espaldas al marco ni desplazarse al medio del campo a recibir el balón.
Después de chaparrón debía venir la calma, la charla para poner los puntos sobre las íes y los jugadores dijeron lo que piensan y el entrenador también. Ayer escuché a Unai referirse a la importancia de saber elegir. A la trascendencia de recuperar jugadores y acertar a moderar sus participaciones, porque aparte de que esto no ha hecho más que comenzar, está obligado a mirar a corto y a medio plazo para dar respuesta a tres competiciones.
Ahora toca el Logroñés en la Copa y el Valencia no puede caer en errores de un pasado no muy lejano, con excesos de confianza como Guadix, Alicante, Pamplona o Lleida. Ha de resolver, aunque los riojanos quieran hacer bueno lo de «a entrenador nuevo.»
El de hoy es el examen más importante porque es el primero. Pero a continuación el equipo ha de de resolver dos más: el del sábado, ante el Zaragoza, y el del martes, frente a los escoceses de Glasgow.
166. (Las Provincias, 27 de octubre de 2010)
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