4/10/10

El Valencia, el Yin y el Yang

En el fútbol hay muchas situaciones que tienen un valor superior al que en determinado momento aparentan. Sin ir más lejos, el liderato que ocupa el Valencia ahora mismo es un privilegio. Estar arriba siempre representa un honor aunque, sobra aclararlo, la cotización no tiene nada que ver si se produce en la quinta jornada o en la trigésimo octava. Sí. Por delante queda una larguísima travesía pero con una semana de parón liguero, el último resultado del equipo de Unai reporta una tranquilidad que aunque, especialmente desde la meseta le dan poca trascendencia, muchos la quisieran para sí. Además, punto a punto se está tejiendo un colchón que evitará sufrimientos cuando lleguen los momentos de debilidad.
El Valencia de esta temporada es diferente al de los últimos años. Inicia los partidos con otra mentalidad. Con hambre de victoria. El yin y el yang. Este y el del pasado reciente son tan distintos como lo fue el juego que desarrolló en el primer y el segundo tiempo del partido del sábado, que todo hay que decirlo. Al concluir el encuentro mi buen amigo Jordi recordó a Stevenson y comparó al equipo con el doctor Jekyll y el señor Hyde. La noche y día, cierto. Pero fue la una victoria de las que sólo consiguen quienes tienen hechuras de campeón, esos que ganan incluso si juegan mal.
Tirón de orejas aparte, el Valencia arrancó el ejercicio sin destacados laureles individuales pero los está compensando con un buen comportamiento colectivo, que a la larga es mejor. No importa si juega este o juega el otro. Ya no se habla de dependencia de los que no están, a pesar de que cuando se desaprovechan tantas ocasiones de gol como sucedió el sábado, siempre habrá quien los eche de menos.
Pero este Valencia es diferente aquél. Quizá más parecido al de 2003 que tanto se ha añorado. El arranque es similar al del equipo que, como todo un detalle, le compraron un sofá y una lámpara para que echara a rodar. En estas fechas también era un líder al que, como ahora, muchos subestimaban. A veces puede ser bueno que se olviden de uno.
156. (Las Provincias, 4 de octubre de 2010)

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