El sábado, cuando abandonaba Mestalla, me encontré a ese amigo valencianista que tantas veces asoma en esta columna. Lo ví desencajado. ¡Estaba el pobre como para gastarle bromas! Por la boca echaba sapos y culebras. Y cuando le recordé lo del «piloto rojo» de Unai, no quiso compartir la acepción de avisador o señal luminosa que indica o transmite determinada información. No. Él se limitó a ironizar comparándolo al kamikaze que se lanza a pecho descubierto. Defendió su planteamiento mostrando el papel en el que aparecía la formación inicial que había presentado Unai ante el Mallorca. «¿Esto es de recibo? ¡Pues no digo más ná!», espetó antes de despedirnos.
A mi amigo le pasaba lo mismo que a Unai en el momento en que compareció en la rueda prensa post partido. «En caliente no es bueno hablar», comenzó. «Ni cuando ganábamos era tan bonito ni esta derrota es tan negativa», le escuché luego, aparte de una retahíla de verbos como son motivar, organizar, contrarrestar, acertar y rendir. Aunque los repitió en varias oportunidades, horas antes, cuando era necesario, no supo enunciar ordenadamente las formas que denotan sus diferentes modos, tiempos, números y personas. Desde el momento en que escribió el once en la pizarra, se equivocó en las conjugaciones y se encendió su piloto rojo.
165. (Publicado en Las Provincias, 25 de octubre de 2010)
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