Si nadie se escapa del agobio económico que atenaza a la sociedad, el Valencia CF, a pesar de todas las ayuditas institucionales y bancarias que ha dispuesto, no iba a ser menos. Con datos económicos en la mano, el club de Mestalla está con el agua al cuello y la ley de la oferta y la demanda le apremia. Pobreza obliga. Debe ser por eso que, cuando se establecen 42 millones de euros para el traspaso de David Villa al Barcelona, se impone un obligado silencio. La cifra, desde luego, se antoja tan favorable para el que quiere comprar como decepcionante para el que desea vender.
A un amigo mío le ocurre lo mismo con un apartamento que tiene en venta. No encuentra la forma de quitárselo de encima, no hace más que mirar el calendario, y cada mes que pasa medita rebajar las pretensiones. Pero ni por esas. En el caso del Valencia concurre además del 'sé que necesitas vender', que es posiblemente la circunstancia que le obliga a bailar al compás que le marcan desde la Masía, que no ha salido ningún otro pretendiente.
Si al ideal de comprar barato y vender caro se añade que estamos a poco menos de un mes del Mundial -un magnífico escaparate para subir los precios-, parece evidente que si la operación Villa-Barça se cerrara antes del campeonato sería por obligación con Eugenio Calabuig y no por prisas de los gestores en hacer caja para traer un relevo. La lista de futuribles la encabezan Soldado, Aduriz y Gignac, pero conforme pasen las horas seguro que se añadirán más nombres.
97. (Las Provincias, 19 de mayo de 2010)
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