Antes de que el resultado de Mallorca colocara en el pasaporte del Valencia la estampilla que autoriza el acceso a la Champions League, Unai, que había mantenido al equipo en tercera posición desde primeros de año, lanzó la pelota al tejado de un presidente que, por la ambigüedad de sus respuestas, no había hecho más que invitar al valencianismo a convivir en un océano de dudas y vacilaciones sobre el futuro del entrenador y la confianza que tenía en él, si es que la tenía.
Sin embargo, apenas consumado el objetivo, en un 'bot i volea', Llorente le ha devuelto la pelota a Unai. Y si no es que bajo la piel de cordero se esconde un predador, que no lo parece (y en todo caso sería una enorme sorpresa), el plató presenta a un entrenador que está decidido a decir que sí a todo. Esa es su imagen.
Unai había anticipado repetidas veces su interés por continuar en el Valencia. Ahora, cuando le hablan del periodo del nuevo contrato, de la pasta y de las más que posibles ausencias que presentará la plantilla, se desmarca. No ha puesto el mínimo reparo y ha reiterado su interés de dirigir al equipo en la Champions.
Si las prisas nunca han sido buenas compañeras de viaje, tampoco convienen excesivas pausas. Estamos camino del verano y la planificación de la temporada no debería demorarse. Ya no sólo porque con ello el Valencia ofrezca una imagen de improvisación, sino porque el club necesita analizar cuáles son sus objetivos, saber de qué argumentos se dispone y cómo hay que hacer las cosas para conducir el proyecto. Sin prisas, pero sin guasas.
92. (Las Provincias, a 7 de mayo de 2010)
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