La cosa está que arde. Y eso que ahora mismo, después del traspaso de Villa al Barça, y dado que lo de buscar acomodo a los que no cuentan es tarea exclusiva de Fernando Gómez, nada le debería de apretar a Manuel Llorente. Ni la corbata, porque con el verano a la vuelta de la esquina, es de recibo cambiarla por el 'lacoste' o la camisa de sport. El presidente del Valencia podría tomarse un respiro pero hay voces que le mantienen en duermevela.
En época de modelar un equipo competitivo para la próxima temporada, podía la palparse expectación. Pero no. Como no hay propuesta en firme por Silva para discutirla y los anuncios de Topal, Costa y Feghouli y compañía han dejado indiferente al personal... empieza a hablarse de otras cosas. Por ejemplo de la gestión del consejo valencianista. Y eso a Manolo le fastidia. Le jeringa y le incomoda que le pregunten qué ha hecho y qué va a hacer, que le hablen del futuro campo de Mestalla y el modo de financiarlo, y del porvenir del viejo recinto de Artes Gráficas o, dicho de otra forma, de la obligada venta de las parcelas, que no hay manera.
El presente del Valencia no invita al optimismo, aunque se impone una mayor y más amplia prospección para que la evaluación resulte realmente objetiva. Luz y taquígrafos, reclaman algunos que obtienen la callada por respuesta. Decir que la sociedad está con agua cuello, es banal. Eso ya se sabía cuando Bancaja echó al agua los botes salvavidas. Hay que ahondar más. Este enfermo necesita algo más que tiritas y mercromina. Claridad.
100. (Las Provincias, 26 de mayo de 2010)
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