Cuando a primeros de enero el Valencia se encaramó en la tercera posición, las expectativas del equipo ampliaron el horizonte. Ilusión. Semana tras semana se repetía la cantinela. En aquel momento, incluso, los dos mastodontes (aplicado por su capacidad económica) aún estaban a tiro.
Antes del verano pocos se atrevieron a mantener cómo iba a terminar la cosa. Pero el equipo acabará la competición con buena nota. Por encima del Sevilla, Atlético y Villarreal, que a priori eran los gallitos que podían hacerle sombra, y, curiosamente hasta el final, está siéndolo uno que no contaba: el Mallorca de Manzano.
Emery ha colocado la pelota en el tejado de Llorente. El entrenador ha cumplido a pesar de que en demasiadas ocasiones se debió de sentir muy solo, pero ni fané ni descangallado que cantó Gardel. No bajó la guardia ni humilló para el descabello, con los jugadores como su mejor/único respaldo.
Final con nota en lo deportivo, a pesar de que los dirigentes sigan sin definir un proyecto de futuro, que ya les vale. En lo económico y social habrá que pasar por el confesionario mientras se espera que alguien llegue al rescate de un Valencia que presenta ciertas analogías con la Grecia de Karamanlis.
Si para los helenos la Eurozona ha activado un plan de salvación de cientos de millones de euros, el salvavidas que aquí lanzó Bancaja (supone cerca de diez mil euros diarios de intereses) no evita que el agua entre por las sentinas y que persista el peligro de que la nave zozobre. ¿Y lo de encontrar un comprador para las parcelas del viejo Mestalla? Esa es otra pelota que hay en el tejado de Llorente.
91. (Las Provincias, 5 de mayo de 2010)
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