Horas después de confirmarse el traspaso de Villa al Barça, Manuel Llorente puso las cartas boca arriba. El presidente recordó que en la temporada pasada el club perdió 78 millones de euros y al mismo tiempo anunció que, como la venta se había realizado por 40 millones, persiste el déficit y, por lo tanto, dijo, no se puede descartar que se produzcan más salidas.
Fue el argumento de un panorama gris marengo. De un futuro que estaba anunciado desde que las ínfulas de un presidente que se fue, condujeron a la sociedad hasta la pendiente más acusada y peligrosa de su historia. Mala gestión, más deuda, más déficit, habas contadas. Con un ábaco es suficiente. No hace falta pasar por Económicas para saber que el Valencia está obligado a hacer caja ni tampoco es necesario un análisis de mercado para desvelar que Silva y Mata son los dos espadas que, junto al Guaje, han completado una terna de Champions.
La obligación de los dirigentes es sacar al club del infierno económico y al mismo tiempo deben de mantenerlo en la élite. La experiencia asegura que no existen jugadores imprescindibles, pero la veteranía también puntualiza que un bloque no se consigue así como así, y que es mucho más fácil despedazarlo con cuatro traspasos inadecuados que construirlo sólo con la llegada de buenos futbolistas.
El Valencia está obligado a mantener el tipo y a pesar de las buenas incorporaciones a bajo costo y de aceptar que se produzca alguna salida más, es conveniente que vaya con mucho tiento. No sea que acabemos escuchando la versión del himno de Haendel sólo en la fase de grupos. Para lo que cuesta alcanzar la clasificación, sería desalentador.
98. (Las Provincias, 21 de mayo de 2010)
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