De momento habrá que preguntarse por qué en el club de Mestalla han restado crédito a la pretendida inversión. ¿Quizá porque no es la primera vez que aparecen pretendientes de este tipo? Seguramente. Hace unos años surgieron otros galanteadores que enarbolaban bandera holandesa, de Bahréin, de Uruguay y de Suiza, y finalmente en unos casos no pasó del simple comentario mientras que en otros el interés se desvaneció como las volutas de humo por lo esperpéntico de la propuesta (Dalport) o por la falta de interés.
Probablemente todo eso es lo que ahora provoca el recelo y que en el club pidan y pregonen la máxima cautela. Sin embargo no hay que obviar que para algunos no resultaría agradable ese desembarco. Los floreros tendrían que buscarse otro escenario para posar y los cargos ejecutivos irían por el aire. Si alguien pone en la mesa casi mil millones (250 por los terrenos, 81 para ser máximo accionista, 150 para las obras del nuevo campo y 500 para fichajes), lógico es que entre otras cosas elija el color de la pintura de las paredes y si en el hall hay que poner rosas rojas o un ficus, ¿no? Pero como primero hay que poner esos mil kilos sobre la mesa, el asunto hay que dejarlo en cuarentena.
Precisamente ahora que tras el acuerdo con Bankia parece que el club ha enderezado su economía (aunque seguimos sin conocer la letra pequeña del compromiso), y casi coincidiendo con la llagada de los Reyes Magos, ¡vaya por Dios!, aparece el grupo de Costa Rica que quiere comprar el club.
-¿Tú crees en los Reyes?
-Sí, claro. En quien no tengo ninguna confianza es en los yernos.
346 (Publicado en Las Provincias, el 6 de enero de 2012)
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