Después de analizar el partido de ayer en el estadio de Mestalla y los cinco goles registrados, habrá muchos que darán un valor especial a la habilidades de unos y a los yerros de otros, porque eso fue lo que a primera vista propició que, aunque el rabo todo es toro, la eliminatoria prácticamente esté sentenciada. Hay que estar ahí, desde luego, y aptitud y facilidades, las que se quiera. Y evidentemente dos goles en los momentos finales de cada parte marcan el devenir de una eliminatoria. Pero, mire usted, me resisto a aceptar que se diga que este clásico se decide por pequeños detalles. En este primer acto de la obra ha habido mucho más que eso. Porque esos detalles forman un todo. Aunque antes del partido Unai Emery se sacudió el cartel de favorito, queriéndolo o sin querer el Valencia lo fue de pe a pa, y desde el primer momento demostró más hechuras que el Levante para alcanzar la semifinal de la Copa. Es más, los azulgrana, desdibujados en la primera parte -aunque dando coletazos tras el descanso-, a lo largo del encuentro ofrecieron la imagen de que, posiblemente por los problemas de plantilla que se le plantean, refleja que su batalla no pasa por el torneo del KO. Todo lo contrario que el Valencia. La intensidad que puso el equipo de Unai contrató demasiado con la... ¿cómo llamar la del Levante? Y al final todo eso hizo del derbi valenciano una eliminatoria algo descafeinada.
352 (Publicado en Las Provincias el 20 de enero de 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario