Todos vimos el partido, ¿eh? Lo importante es que el Valencia ha dado un paso adelante en la Copa y que a la vez Unai empieza a sacudirse el hechizo que le ha perseguido desde que aterrizó en Mestalla hace cuatro años. Pero la escalera es larga y sólo se ha subido un peldaño. En la carrera hacia la final todo el mundo sabe qué hay por delante.
Por eso, al mirar ese horizonte sin perder de vista lo ocurrido en el Pizjuán, nos invita a pensar que el equipo no debería depender sólo de los reflejos de Diego Alves ni del empuje de Feghouli, las asistencias de Jonás y los desmarques de ruptura y efectividad de Soldado-selección. Ha de haber más. Bastante más. No sólo detalles, que aunque alumbran de momento, no hacen más que esconder los defectos debajo de las alfombras. El Valencia soportó el chaparrón y aprovechó su oportunidad. Sí. Eso está claro. Pero el Sevilla de la primera parte y el del tramo final, aún con la puntería del que dispara con un rifle de caseta de feria, estuvo en un así de dar un disgusto.
La boutade de que en el fútbol todo se complica por la presencia del rival no es del todo cierta porque muchas veces no sólo es el enemigo quien pone a un equipo fuera del partido. Eso lo hemos visto infinidad de veces. Demasiadas. Quizá esta sufrida eliminatoria haya servido para ayudar al Valencia a "reilusionarse", que es lo que le escuchamos decir al elogiado Unai. Si realmente va a ser así, pues sólo se puede añadir amén.
349 (Publicado en Las Provincias, el 13 de enero de 2012)
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