Yes we can, dirán los del Levante ante el encuentro de mañana en el Ciudad de Valencia. Pero los de Mestalla, cuando se hallen en ese estado de beatitud con el que se reciben los telediarios, y escuchen esa reflexión, seguro que sonreirán maliciosos. Es lo que tiene dejar los partidos casi sentenciados. La eliminatoria, se quiera o no se quiera, ya está descafeinada. Está claro que hasta el rabo todo es toro, pero se hace muy difícil imaginar que el Valencia vaya a echar por la borda la ilusión que ha trasladado a sus seguidores, sin que ello suponga el mínimo feo a la capacidad del Levante. El 4-1 de la semana pasada es un colchón muy mullido como para que los azulgranas sueñen más de la cuenta. A no ser que el rival se duerma en los laureles, error en el que ha incurrido esta temporada en más de una ocasión. La reciente visita a Pamplona es un ejemplo de esos despropósitos. Quizá el hecho de que en la Liga el Valencia tenga afianzada la tercera plaza provoca que, sin querer, los futbolistas afronten los partidos con una mentalidad menos guerrera que los de la Copa. Eso de verse tan cerquita de la semifinal, debe dar alas. Aunque, claro, con los pies en el suelo; porque (y sé que decir esto es antipopular) frente al Barça, que imagino que se deshará del Real Madrid, pues como que hoy por hoy, a doble partido, es un Tourmalet que a ver quién es el guapo que lo sube. Pero, bueno, no nos olvidemos de que el fútbol es imprevisible. Así que, de momento, brindemos por la Copa porque un equipo valenciano estará en la semifinal.
354 (Publicado en Las Provincias el 25 de enero de 2012)
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