Las irresponsabilidades de Miguel han sido una lluvia persistente sobre mojado que ya no sorprende a nadie, aunque da tema da para los corrillos. Ocurre como con los ininterrumpidos espasmos que a diario sacuden la sociedad en que vivimos. Llega un momento en que da la sensación de que todo nos parece tal habitual que nos encojemos de hombros aunque, eso sí, ponemos a caldo a quienes los que pueden hacerlo deberían de ponerlos frente a la justicia y de patitas en la calle.
Cuando Unai apartó a Miguel del partido del sábado, los antecedentes invitaban a pensar que se trataba de un castigo figurado. Una forma de hacer ver a la galería el enfado por la última del luso y a la vez darle descanso, al igual que dejó en el banquillo a jugadores que estarán en la alineación inicial de Londres.
Pero no. Además Miguel no aparece en el parte de lesionados, lo que indica que Unai ha dicho hasta aquí hemos llegado. Ya no le pasa una más porque la plantilla se iba a descuajaringar, aunque muchos, incluso seguro que él mismo, seguimos pensando que es de los mejores en su puesto.
Más sencilla que la de Sophie, la decisión de Unai conllevará críticas y elogios. Ambas posturas se podrán argumentar y defender. Unos pensarán que por Miguel no se gana un partido (o se empata a cero, que es lo que al menos necesita el Valencia), y quienes dirán que la medida se ha hecho esperar mucho. En todo caso, es bueno si ha sido por dar fortaleza al grupo.
332 (Publicado en Las Provincias, el 5 de diciembre de 2011)
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