Esto hay que tomárselo así. Como la gente se tomaba a aquel viejecillo, reseco y chicuelo que llamaban el Piyayo. No puede ser de otra manera. De otra forma acabaríamos de los nervios, muy enfadados, y no es el caso porque ahora mismo existe una enorme ilusión en el valencianismo ya que el club acaba de hacer público que va a reanudar las obras del nuevo Mestalla. ¡Vaya lo no por lo otro!
Ya sabemos que la Copa es para ilusionar, que es lo que se decía antes del desplazamiento a Cádiz. Seguramente el Valencia lo que pretendió ayer con su juego en el Carranza fue aplazar la ilusión a la semana que viene y ofrecerla en Mestalla, coincidiendo con el sorteo de Navidad. Incluso habría que darle las gracias porque aunque el rival no debería de inquietar, de esta forma el suspenso de ayer se transforma en suspense. ¡Todo está programado, no creas!
Lo de recobrar la ilusión y la confianza habrá que aplazarlo unos días. Parece que no hay prisa. Unai se refirió a hacer algo en este torneo y de momento el algo ha sido la castaña que encontraron los criminólogos... y los que vieron el partido. La oportunidad de adornar los elogios a la labor económica, se echó por la borda entre marismas y playas, en la bahía de Cádiz. Aunque, olvidémoslo porque tenemos la Navidad a la vuelta de la esquina, y es un momento de paz, turrones y castañas. Pero de castañas pilongas.
336 (Publicado en Las Provincias, el 14-12-11)
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